martes, 3 de octubre de 2023

Estar majara mola un huevo

 


Imagina una secta secreta cuyo líder pasa desapercibido en el supermercado, o incluso pasa desapercibido en una convención de sectas secretas. Uno nunca imagina lo que sucede dentro del cerebro de una persona aparentemente normal, y mucho menos si esa persona es el líder de una secta secreta.

Imagina que una vez al año recibes un mensaje. El líder de la secta te da una fecha, una hora, un lugar y te pide confirmación de asistencia.

No sabes a que has dicho "Si", y por más que preguntes no vas a saberlo, pero te pones a entrenar para no ser la rémora el día señalado.

Acudir a la cita implica quebraderos de cabeza. ¿Tendré que correr?¿tendré que nadar?¿tendré que remar?¿podré dormir? No sabes cuanta agua llevar, qué comida, ni en qué cantidad, hasta dudarás de la indumentaria, condicionado por la época del año y la previsión meteorológica. 

Pero ¿Qué pasa si el lugar señalado para la cita es un aeropuerto? La cosa se complica aún más. Multiplica por dos los quebraderos, porque resulta que el vuelo es internacional.

Un par de días antes de la cita, recibes un billete de avión, sin equipaje a facturar, así que te ves limitado a la bolsa de mano que te dejan meter bajo el asiento de cabina. Si no sabías jugar al Tetris, en una tarde te vas a poner al hilo.

Miras la previsión en el país de destino y la bolsa de mano no deja de menguar. ¿Cómo meto yo ahí dentro lo necesario, si para colmo dicen que va a nevar?

Metes cosas, estrujas, empujas, comprimes, no cierra la cremallera. Sacas cosas, descartas, eliges, aplastas, sigue sin cerrar. Vas eliminando, decidiendo, meditando sobre lo que puedes prescindir y lo que no. Tras mucho debate interior ,y mucho empujón, la cremallera acaba cerrando. 

2:45H de la madrugada, habiendo dormido entre poco y nada, nos dirigimos al aeropuerto de Málaga.

En la anterior convocatoria del líder, el año pasado a finales de Enero, el punto de encuentro fue un bar, en torno a las diez de la noche. A partir de ahí, nos pasamos toda la madrugada zarandeados por el fuerte viento ,y el frio del invierno, por crestas y pedregales de la Sierra de Grazalema. Fueron 24 horas seguidas, con final en el mismo bar de la noche anterior. 

Llegamos al aeropuerto. Somos una docena exacta de miembros de la secta. Intercambiamos abrazos y dudas. Hay mucha inquietud por lo que nos espera en Suiza ¿Qué nos tiene preparado el líder?

Algunos han pagado una maleta extra para poder facturar bastones y algo más de ropa. Yo prescindo de los bastones y me limito a lo que he podido meter en la bolsa de cabina. De todos modos, hace años que no uso bastones y tampoco se si van a ser necesarias las manos libres para poder avanzar. 

Aterrizamos en Ginebra. Nos recibe el líder y recluta a tres miembros para ir a un pueblo de Francia a recoger una furgoneta de alquiler. Mientras tanto, esperamos la llegada del último miembro, que viene desde Madrid en otro vuelo. 

Un par de horas más tarde, la secta parte hacia las montañas.

Tras el viaje por carretera, con un par de paradas (una para comer algo y otra en la casa del líder), una estrecha carretera de montaña nos lleva hasta una explanada donde dejamos los dos vehículos.











 Nuestro camino, como era de esperar desde un principio, pica hacia arriba. Al poco de empezar llegamos a un pequeño lago, cuyas aguas reflejan el verde del frondoso bosque que lo rodea. Al fondo de la imagen, una cascada destaca entre la espesura.

El líder establece un alto en la orilla del lago y procede a darnos la bienvenida oficial. Seguidamente nos narra una leyenda sobre dicho lago, al que llama "Lago de la Buena Pesca" , mientras se adentra un poco en sus aguas y de debajo de una roca extrae una bolsa llena de latas de cerveza. Buena pesca, si señor. 

Despachamos las cervezas con gran facilidad, en un breve espacio de tiempo, y proseguimos la marcha monte arriba. Tras un rato de subida, llegamos al refugio Cabane de Bounavaux. El líder nos desvela que más tarde regresaremos allí para pernoctar.

Tras una charla en francés con los guardas del refugio, donde el líder les detalla nuestro recorrido antes de bajar a dormir, nos explica que los guardas desaprueban el propósito de hacer una cresta equipada con una cadena pasamanos, dada la peligrosidad, debido a la tormenta que acecha y la proximidad de la puesta del sol. 

Proseguimos subiendo en dirección a un collado, con las cimas circundantes ya cubiertas por las nubes. A falta de cresta tenemos crucifijo, como en la mayoría de cimas alpinas. 

El cielo amenaza lluvia, así que toca empezar a descender. Una nueva parada obligada, nos presenta de nuevo al líder navegando entre rocas y narrando una nueva leyenda. El desenlace, ya entre goterones de lluvia, es la aparición milagrosa de otro arsenal de cervezas ocultas bajo una piedra.

Despacho mi lata de zumo de cebada y corro sendero abajo en dirección al refugio. No me apetece que la lluvia empape mis zapatillas y comenzar la jornada de mañana con los pies húmedos.

Usamos la cocina del refugio para preparar un perol de espaguetis con tomate. Durante la cena, aparece Pablo, otro miembro de la secta que lleva dos años viviendo en Suiza. Llega empapado, puesto que ya no ha parado de llover desde que llegamos al refugio. Tras la cena, lavamos los platos y los cacharros y nos vamos a dormir. Somos los únicos que ocupamos esa noche el refugio, aparte de los guardas.

A las seis de la mañana toca diana. Un café rápido y salimos del refugio aun de noche. Arriba, las montañas donde estuvimos ayer, están hoy nevadas, la noche las ha pintado de blanco.

Llegamos a la explanada donde dejamos los vehículos y partimos a un nuevo destino: Les Diablerets.

Les Diablerets es una cadena montañosa que pertenece a Los Alpes de Vaud. Llegamos al pueblo de mismo nombre y dejamos los vehículos.

Atrás dejamos el pueblo y comenzamos a subir por un sendero que rápidamente nos pone las pilas. 







El agua corre a nuestro alrededor con mucha fuerza debido a la pendiente. El grupo se va estirando ya que algunos se toman su tiempo para recuperar el aliento. Sobre nuestras cabezas, el paisaje va cambiando de color, del verde de la vegetación al blanco de las nieves. Comienza a lloviznar. La lluvia se transforma en agua-nieve, hasta que comienza a nevar sin contemplaciones. 

Giras la cabeza y ves el valle a lo lejos, muy abajo. Hemos ganado mucha altura y ahora estamos en un reino nevado.











Seguimos caminando hasta llegar a orillas de un lago. El líder establece una nueva parada para contarnos la leyenda del Lago Negro y el Gigante Gargantúa, cuyo desenlace no es otro que volver a presenciar "la magia de la naturaleza" y contemplar como el líder va sacando latas de cerveza de las aguas del lago. Cervezas "al punto glaciar" literalmente.

Deja de nevar durante un rato, y se agradece, pues avanzamos ahora fuera de senda, por encima de un mar de roca, siguiendo hitos de piedra y marcas de pintura, con la visión siempre a lo lejos de La Quille du Diable. 
El líder establece un nuevo paro junto a una gran roca con una pintada que dice "Yeti-Palace 2. 1/2 h". Es momento para homenajear a uno de los miembros de la secta por su fidelidad a la hora de responder a los mensajes de citación del enajenado líder. Al mismo tiempo, uno de los miembros contrataca con un homenaje al líder y le hace entrega de una placa que lleva inscrita el numero oficial de ediciones de estas excursiones salvajes. A todo esto, el líder lleva todo el día vacilándonos, vestido de corto en pleno clima invernal, como provocando al grupo, insinuando que somos unos blandengues. 






Tras los homenajes, continuamos la marcha y el ascenso hacia La Quille du Diable. 













Junto a la base de La Quille du Diable se encuentra el Refuge de L'espace. El guarda nos ve pasar y nos advierte que debemos bajar de allí antes de las 16:30h, me imagino que para que nos diera tiempo a llegar al valle antes del anochecer. Comienza a nevar con ganas y la niebla nos rodea. Hay poca visibilidad. Sobre nosotros tenemos el Peak Walk, un puente colgante de 107 metros que une dos cimas, la del View Point con la del Scex Rouge, rozando los 3000 metros. 
Vemos que hay un telesilla en marcha que sube hasta el puente. Pablo pregunta al operario si nos deja subir y este accede. En medio de una nevada copiosa y con escasa visibilidad, subimos lentamente en el telesilla. El pequeño parón hace que empecemos a notar frio. 









Cruzamos el puente y nos toca bajar abriendo huella en la nieve porque el telesilla ha dejado ya de funcionar. Llegamos al glaciar de Tsanfleuron y lo atravesamos por el borde de la meseta alta, buscando la senda que baja en dirección al valle. La bajada es bastante pronunciada en los primeros tramos y se agradecen las cuerdas fijas instaladas, sobre todo porque bajamos con zapatillas de correr,  por un terreno nevado y pedregoso.

















Sobra decir que llevamos todo el día con los pies empapados. Las zapatillas que traemos son ligeras e ideales para correr por montaña, pero por una montaña seca. Para estas condiciones lo ideal hubieran sido una botas de montaña con membrana impermeable, incluso un piolet para la bajada, por seguridad, pero es lo que tiene venir a ciegas con una bolsa de mano siguiendo a un majara. NO HAGAN ESTO EN CASA.

Poco a poco vamos bajando y llegamos a un refugio donde paramos para ir reagrupándonos. Los resbalones se suceden y ves como más de un culo toca suelo. Según perdemos altura, la nieve va quedando atrás y aparecen los verdes que abandonamos esta mañana temprano.










Llegamos al valle y el grupo para en una granja para comprar queso en una nevera de "autoservicio". Es algo habitual en esta tierra: una neverita afuera de casa, coges tu queso y dejas tu dinero. Es un acto de confianza que veo utópico en nuestro país de sinvergüenzas. En la mentalidad suiza es impensable que alguien se vaya a llevar un queso sin pagarlo. 











Aún nos quedan tres o cuatro kilómetros para llegar al pueblo donde tenemos los vehículos. Caminamos por un sendero emboscado donde se nos hace de noche. Ya en los coches, decidimos hacer un fin de fiesta en un bosque cercano a la casa del líder. Alrededor de la hoguera, comemos, bebemos cerveza y el líder pone en marcha el concurso "la patata caliente suiza". Va lanzando preguntas del tipo ¿Cuántos litros de leche da una vaca suiza al día? ¿Cuántos picos de más de 2500 metros hay en Suiza? y el que acierta la cifra recibe un regalo típico del país.









Llega el momento del regreso al aeropuerto de Ginebra, de las despedidas, de lavarnos como los gatos en el aseo de la terminal para no subir al avión oliendo a morgue. Han sido dos días muy intensos, de dormir poco y movernos mucho. El grupo está cansado, pero ha merecido mucho la pena responder con un "si" a aquel mensaje del líder. 

Estar majara mola un huevo. Seguir a un enajenado mental por un glaciar mola un huevo. Volar a otro país, sin saber a lo que vas, mola un huevo. Tener ya edad de babuchas y periódico, y seguir saltando de piedra en piedra en pantalón corto, mola un huevo. Encontrar un grupo de majaras con los que seguir haciéndolo, mola un huevazo. 
Si estas un poco majara, poténcialo, te dará vida, hazme caso.

Muchas gracias al líder por crear estos sueños y por elegirme en su día para formar parte de su grupo de majaras.

Si tu me dices ven....