Frente al espejo, erguido, duchado, afeitado, cada cabello en su sitio, la ropa impoluta.....solo unos toquecitos de perfume en cuello y muñecas.
Frente al espejo, exquisita, bronceada, depilada, cada cabello en su sitio, radiante enfundada en su vestido, unos toques de pintura y perfume en su justa medida.
Se puede salir a lidiar con la vida y regresar sin haberse despeinado. Celebrar fechas, regarlas con alcohol y risas, prolongar charlas hasta el amanecer y comprobar en el espejo del ascensor que sigues en perfecto estado de revista.
Hay gente que hasta ingresada en el hospital consigue lucir radiante..........incluso muertos en el tanatorio.
En la otra cara de la moneda está correr largas distancias. Por mucho que hayamos nacido para correr, que sea un acto primitivo y de fácil ejecución, correr te va a dejar hecho unos zorros.
Dependiendo de tu grado de implicación, serás simplemente una persona sudada y algo despeinada, o un auténtico despojo humano.
Si ya has coqueteado con la ultradistancia, esto que sigue, te va a sonar.
Dices que correr te hace sentir libre, te hace sentir salvaje, que es un regalo que se te ha dado y que alimenta tu espíritu. Seguramente tengas razón en todo, pero ese preciado regalo te ha humillado en más de una ocasión, te ha torcido, revolcado y ahogado en el pozo de tus miserias.
Frente al espejo, un hombro más bajo que el otro, pelo pringoso, ojeras con rastros de sal, baba seca en la comisura de los labios, un churrete marrón en la mejilla, salpicaduras de barro en la frente y un olor a zoológico a las siete de la tarde que tira para atrás.
En tu camiseta, cercos de sudor seco, un lamparón pegajoso de gel de cafeína, aquella saliva viscosa que quisiste escupir lejos y se frenó a mitad de camino, como la lengua de un camaleón, regresando de vuelta hacia ti, para aterrizar en tu barbilla y en tu pecho. Mocos cristalizados en las mangas....
En tus mallas un país multicolor. En la zona del culo tonos marrones, verdes, negros y blancos. Marcas de haber culeado por una húmeda pendiente de hierba fresca, por una bajada de rocas, por una rodera embarrada y el exceso de crema anti rozaduras en la zona de la raja. En el interior de las mallas ,en la zona de las ingles, cremas, orines y sudores completan la paleta de colores.
En tus calcetines, sangre de la rodilla que te has echado abajo, barro, polvo de la pista forestal, líquido de una ampolla reventada, pegamento de apósito y vaselina guarreada.
Quizás vomitaste, víctima de espasmos y calambres.......quizás algunos trozos te acompañaron hasta meta, si es que lograste cruzarla.
Más allá de lo físico, tu correr liberador y espiritual, ha tambaleado tus cimientos a nivel emocional. Aquella autoestima que construiste con vigas de acero, se vuelve por momentos un frágil castillo de naipes al borde del colapso. Cuestionas tu aptitud, cuestionas tu capacidad y tu imagen de "Ser Indestructible" se va difuminando lentamente. Ahora solo piensas en abandonar....... tú, que ya habías vendido la piel del oso antes de cazarlo.
Si consigues remontar el vuelo, ganar la batalla mental del momento, continuar en movimiento y logras cruzar la meta, recuperarás tu autoestima, pero con limitaciones, con cicatrices que van a perdurar. Te reconocerás vulnerable, con fisuras, con debilidades que te pueden hacer fracasar si no te sale el santo de cara.
Correr largas distancias requiere humildad. El gallo más fiero del corral se puede ver cagado encima, literalmente, sentado en una piedra o en un bordillo, con el pernil chorreado y el ego malherido. Nunca mires a una prueba por encima del hombro. Nunca menosprecies a otros corredores. Puede que no logren mantener tus ritmos, pero a los suyos, suelen acabar cuando tu abandonas. Se humilde, el universo te lo recompensará.
En pocas situaciones te verás tan lamentable ante el espejo como al finalizar una ultra. Estarás al nivel del alcohólico que ha tocado fondo y abandona su higiene corporal.
Ya en la ducha, te crujen varios huesos y se te sube un gemelo, mientras luchas por agacharte a frotar la mierda de tus tobillos, entre espasmos y gemidos. El agua y el jabón, descubrirán con gran escozor rozaduras de las que no tenías constancia. Mientras te secas con la toalla, te dan escalofríos y te tiembla la barbilla. El dolor y las nauseas serán tus compañeras en las próximas horas.
¡Nunca más!, decías, ¡nunca más!. Ahora han pasado unos días desde que saliste del pozo de tus miserias.....o quizás han sido unos meses...el caso es que de nuevo te pican las ganas de volver a meterte en él....y sabes que lo vas a acabar haciendo.