Imagina una secta secreta cuyo líder pasa desapercibido en el supermercado, o incluso pasa desapercibido en una convención de sectas secretas. Uno nunca imagina lo que sucede dentro del cerebro de una persona aparentemente normal, y mucho menos si esa persona es el líder de una secta secreta.
Imagina que una vez al año recibes un mensaje. El líder de la secta te da una fecha, una hora, un lugar y te pide confirmación de asistencia.
No sabes a que has dicho "Si", y por más que preguntes no vas a saberlo, pero te pones a entrenar para no ser la rémora el día señalado.
Acudir a la cita implica quebraderos de cabeza. ¿Tendré que correr?¿tendré que nadar?¿tendré que remar?¿podré dormir? No sabes cuanta agua llevar, qué comida, ni en qué cantidad, hasta dudarás de la indumentaria, condicionado por la época del año y la previsión meteorológica.
Pero ¿Qué pasa si el lugar señalado para la cita es un aeropuerto? La cosa se complica aún más. Multiplica por dos los quebraderos, porque resulta que el vuelo es internacional.
Un par de días antes de la cita, recibes un billete de avión, sin equipaje a facturar, así que te ves limitado a la bolsa de mano que te dejan meter bajo el asiento de cabina. Si no sabías jugar al Tetris, en una tarde te vas a poner al hilo.
Miras la previsión en el país de destino y la bolsa de mano no deja de menguar. ¿Cómo meto yo ahí dentro lo necesario, si para colmo dicen que va a nevar?
Metes cosas, estrujas, empujas, comprimes, no cierra la cremallera. Sacas cosas, descartas, eliges, aplastas, sigue sin cerrar. Vas eliminando, decidiendo, meditando sobre lo que puedes prescindir y lo que no. Tras mucho debate interior ,y mucho empujón, la cremallera acaba cerrando.
2:45H de la madrugada, habiendo dormido entre poco y nada, nos dirigimos al aeropuerto de Málaga.
En la anterior convocatoria del líder, el año pasado a finales de Enero, el punto de encuentro fue un bar, en torno a las diez de la noche. A partir de ahí, nos pasamos toda la madrugada zarandeados por el fuerte viento ,y el frio del invierno, por crestas y pedregales de la Sierra de Grazalema. Fueron 24 horas seguidas, con final en el mismo bar de la noche anterior.
Llegamos al aeropuerto. Somos una docena exacta de miembros de la secta. Intercambiamos abrazos y dudas. Hay mucha inquietud por lo que nos espera en Suiza ¿Qué nos tiene preparado el líder?
Algunos han pagado una maleta extra para poder facturar bastones y algo más de ropa. Yo prescindo de los bastones y me limito a lo que he podido meter en la bolsa de cabina. De todos modos, hace años que no uso bastones y tampoco se si van a ser necesarias las manos libres para poder avanzar.
Aterrizamos en Ginebra. Nos recibe el líder y recluta a tres miembros para ir a un pueblo de Francia a recoger una furgoneta de alquiler. Mientras tanto, esperamos la llegada del último miembro, que viene desde Madrid en otro vuelo.
Un par de horas más tarde, la secta parte hacia las montañas.
Tras el viaje por carretera, con un par de paradas (una para comer algo y otra en la casa del líder), una estrecha carretera de montaña nos lleva hasta una explanada donde dejamos los dos vehículos.
Nuestro camino, como era de esperar desde un principio, pica hacia arriba. Al poco de empezar llegamos a un pequeño lago, cuyas aguas reflejan el verde del frondoso bosque que lo rodea. Al fondo de la imagen, una cascada destaca entre la espesura.
El líder establece un alto en la orilla del lago y procede a darnos la bienvenida oficial. Seguidamente nos narra una leyenda sobre dicho lago, al que llama "Lago de la Buena Pesca" , mientras se adentra un poco en sus aguas y de debajo de una roca extrae una bolsa llena de latas de cerveza. Buena pesca, si señor.
Despachamos las cervezas con gran facilidad, en un breve espacio de tiempo, y proseguimos la marcha monte arriba. Tras un rato de subida, llegamos al refugio Cabane de Bounavaux. El líder nos desvela que más tarde regresaremos allí para pernoctar.
Tras una charla en francés con los guardas del refugio, donde el líder les detalla nuestro recorrido antes de bajar a dormir, nos explica que los guardas desaprueban el propósito de hacer una cresta equipada con una cadena pasamanos, dada la peligrosidad, debido a la tormenta que acecha y la proximidad de la puesta del sol.
Proseguimos subiendo en dirección a un collado, con las cimas circundantes ya cubiertas por las nubes. A falta de cresta tenemos crucifijo, como en la mayoría de cimas alpinas.
El cielo amenaza lluvia, así que toca empezar a descender. Una nueva parada obligada, nos presenta de nuevo al líder navegando entre rocas y narrando una nueva leyenda. El desenlace, ya entre goterones de lluvia, es la aparición milagrosa de otro arsenal de cervezas ocultas bajo una piedra.
Despacho mi lata de zumo de cebada y corro sendero abajo en dirección al refugio. No me apetece que la lluvia empape mis zapatillas y comenzar la jornada de mañana con los pies húmedos.
Usamos la cocina del refugio para preparar un perol de espaguetis con tomate. Durante la cena, aparece Pablo, otro miembro de la secta que lleva dos años viviendo en Suiza. Llega empapado, puesto que ya no ha parado de llover desde que llegamos al refugio. Tras la cena, lavamos los platos y los cacharros y nos vamos a dormir. Somos los únicos que ocupamos esa noche el refugio, aparte de los guardas.
A las seis de la mañana toca diana. Un café rápido y salimos del refugio aun de noche. Arriba, las montañas donde estuvimos ayer, están hoy nevadas, la noche las ha pintado de blanco.
Llegamos a la explanada donde dejamos los vehículos y partimos a un nuevo destino: Les Diablerets.
Les Diablerets es una cadena montañosa que pertenece a Los Alpes de Vaud. Llegamos al pueblo de mismo nombre y dejamos los vehículos.
Atrás dejamos el pueblo y comenzamos a subir por un sendero que rápidamente nos pone las pilas.