viernes, 24 de febrero de 2023

Ylva la salvaje

 


Ylva nació un jueves de niebla. Su llanto se mezclo con el aullido de los lobos. Máni, la Luna nórdica, quiso verla nacer, y aunque ya había amanecido hacía rato, permaneció en el cielo durante su primer día de vida. Silje, su madre, era una mujer fuerte. Salía sola a cazar al bosque, incluso el día antes de dar a luz a Ylva.  Su padre, Einar, la vio nacer mientras avivaba el fuego. Nada tuvo que hacer. Silje no necesito palabras ni manos que agarrar. Le bastó respirar profundo y emitir  un par de bufidos.

Ylva fue una niña feliz. Se crio entre juegos ,con los niños del poblado, y correteando junto a Haakon, un perro de raza buhund que su padre encontró en el bosque cuando solo era un cachorro.

Ylva y Haakon dormían juntos, arropados bajo una piel de alce. Al amanecer corrían juntos entre los abedules del bosque y subían a la cima del monte a despedir a la Luna.





Ylva vivía enamorada. A veces de un chico, a veces de una estrella, a veces no sabía de qué, pero musitaba una canción y se sentía enamorada.......quizás del viento.

Cuando Haakon murío , Ylva lloró tres lunas. Era ya una jovencita, pero Einar, su padre, le regaló otro cachorro y le puso de nombre Sigurd , que significa "guardián".

Silje la enseñó a cazar. Cubría su cabello dorado para que el Sol no lo hiciera brillar en el bosque y  delatara su posición a la presa. Sigurd se quedaba inmóvil , oculto entre helechos , mientras Ylva se desplazaba sigilosamente entre los arboles. Al tensar el arco, Sigurd levantaba las orejas y olisqueaba el aire, presintiendo que Ylva tenía una presa a tiro. El tañido del arco rompía el silencio y Sigurd arrancaba a correr hacía la presa herida.



Ylva no quiso atar su vida a la de un hombre. Sabía que vivir enamorada solo le traería problemas. A veces se enamoraba de un hombre a la mañana y al caer la tarde se enamoraba del atardecer y olvidaba al hombre. En un mismo día, se podía enamorar de un joven, de la voz del herrero y de los ojos de Niels, un señor casado y amigo de Einar desde la niñez. Al salir la Luna , ese mismo día, se sentaba a contemplarla, musitaba su canción, y el viento se llevaba el amor de los tres y le dejaba el de la Luna. 

Junto a Sigurd se marcho a conocer otras tierras durante tres años. Cargó tan solo con lo esencial: su arco, una piel de alce y un cuchillo. 

Conoció montañas y vivió en una cueva durante unos meses. Como cuando era una niña, corría al amanecer montaña arriba para despedir a la Luna. Luego bajaba a ver el arcoíris que formaba el Sol en la cascada. En verano, se bañaba desnuda y se secaba al Sol sobre el musgo seco de las rocas. 


Siempre que llegaba a un poblado, Ylva sonreía a la gente y Sigurd jugaba con los niños. Siempre había alguna señora que la invitaba a quedarse bajo su techo. Por la noche, charlaban junto al fuego y la señora escuchaba sus historias, añorando haber vivido salvaje como Ylva. 

A los tres años regresó a casa. Permaneció una semana junto a sus padres y se volvió a marchar. Vivió en otros bosques, corrió en otras montañas para despedir a la Luna al amanecer y se enamoró de otros rostros. Luego los olvidó y se enamoró de otro atardecer. 

miércoles, 22 de febrero de 2023

¿Por ahí hay que subir?

Subiendo al Mont Chetif, durante el Gran Trail Courmayeur


 Di la verdad, tu también eres de los que cuelga esa foto de la carrera en la que sales agarrado a una cadena o a un cable de acero. Esa subida equipada con una cadena para ayudar a subir, o ese paso delicado donde se ha instalado un pasamanos con un cable de acero o una cuerda. Ese punto en concreto suele marcar tu recuerdo de esa prueba: es el que no olvidaras o es el que no quieres volver a recordar.

Escucharas a gente despotricar , ponerse nerviosa hasta el punto de proferir insultos contra la organización e incluso darse la vuelta porque por ahí no van a pasar. Y luego, en las redes sociales, publicarán que eso no es correr, que ellos no iban a una yincana , que han puesto en peligro a los corredores y así un sin fin de argumentos en contra del que ha diseñado el recorrido de la prueba. 

El "Trail Runner" y sus peculiaridades.


Dragon´s Back Race 2012. Segundo día de carrera. En algún lugar de las montañas de Gales.


A mi modo de ver, las montañas tienen una orografía y una serie de obstáculos que te obligan a salvarlos si quieres desplazarte por ellas. Ya ni te cuento si lo que se pretende es ascender a sus cimas, porque todas las cimas no son accesibles por un amable sendero zigzagueante. En pruebas como la Canfranc-Canfranc de 100 kilómetros, hubo tramos que tuvimos que superar usando las cuatro extremidades. Lo ideal es que te sientas cómodo en esas situaciones, pero si no es así, tendrás que valorar hasta donde estas dispuesto a llegar.

En mi infancia (allá en la prehistoria) se jugaba en la calle. A mi me encantaba ascender entre las columnas y la pared de los bajos de mi bloque, usando la técnica de chimeneas. A veces, al jugar al escondite , a rescatar o a "policías y ladrones", trepaba y me quedaba pegado al techo, en silencio, mientras pasaban por debajo sin apercibirse de mi presencia. En casa, hacía lo mismo entre las paredes del pasillo, por supuesto descalzo.

Reinhold Messner utilizando la técnica de chimeneas


También me gustaba trepar a los árboles y a las tapias, cuando se "embarcaba" un balón. Recuerdo cuando mi padre compró una cuerda de cáñamo y la llevábamos al pinar los fines de semana de campo. Dicha cuerda, lo mismo servía para atar prisioneros al tronco de un pino, para caminar por la cuerda floja dispuesta entre dos arboles, o para lanzarla por encima de una rama gruesa y usarla para subir o para columpiarnos. Otra cosa que me gustaba, era subir hasta mi sexto piso usando las barandillas de las escaleras,  en vez de los escalones. Era una especie de "El suelo es lava" perpetuo.

Gran Trail Courmayeur 2015. Una bajada cualquiera


Luego me dio por el BMX y por las Artes Marciales, pero al llegar la Universidad, me inscribí en un club local de espeleología y escalada. Pagué la matrícula y me dieron una llave del club. Allí había infinidad de revistas, con esos tipos fibrosos con sus mallas de colores mega horteras.....no era un look que me gustara, pero si su agilidad para subir por aquellas enormes paredes de roca. Solía ir al club por las mañanas, cuando tenía horas libres entre clases , y nunca había nadie. Me pasaba una o dos horas entrenando en los plafones del rocódromo......reventado pero contento. Luego buscaba cosas que escalar. Ves fachadas y piensas por donde podrías subirlas. Ves estructuras metálicas y te imaginas subiendo por ellas. Vas al campo y vuelves a trepar árboles y rocas de gran tamaño. De alguna manera fue como regresar a la infancia.




Macizo Central Picos de Europa. El paseo entre refugios tiene su miga.

Tal era mi fiebre por escalar, que en una habitación de mi piso, instalé presas de resina en las paredes, para ir moviéndome en travesías horizontales sin tocar el suelo. El tiempo y la vida familiar fueron ocultando las presas tras armarios y estantes. 

Solo 8 presas quedan al descubierto

Al igual que las presas se fueron ocultando, la fiebre se me fue pasando. Acabé deshaciéndome del material y la escalada pasó a ser un recuerdo.

En 2004 comencé a correr larga distancia y en 2006 ya estaba con un dorsal en el pecho escuchando a Vangelis en la salida del UTMB. Correr por montaña me atrapó por completo. La posibilidad de viajar a conocer nuevos países y sus montañas era muy atractiva. Correr azotado por el viento ártico en Escocia, desorientado por la niebla en Gales, bajo la lluvia en el Pirineo Frances, de noche en Los Alpes Italianos. Horas y horas trotando por montañas , horas y horas de vivencias. Jamás puse pegas a un recorrido , tan solo a algún tramo feo sin sentido, de esos que suelen meter para alargar kilómetros. Poco a poco me fui desenganchando de los Ultra Trails y fui  bajando los kilometrajes. Mis últimos tres dorsales fueron las tres primeras ediciones de Tajo Negro, una prueba que acumulaba 2600 metros de desnivel positivo en tan solo 33 kilómetros. Corta, pero dura de cojones.



CxM Tajo Negro

Hace cinco años, se mezclaron los ingredientes necesarios para retomar la escalada. Las personas adecuadas me dieron el empujón y me enseñaron todo lo necesario. Amigos y compañeros de carreras, viajes y  travesías montañeras, ahora eran también compañeros de cordada.

Hace apenas 100 años que en Alemania se escaló la primera vía de grado 6a, máxima dificultad hasta esa época. No fue hasta 1948 , cuando Pierre Allain inventó los primeros pies de gato, que empezaron  a escalarse vías más difíciles y a subir el grado. La escalada vivió un boom en Francia (en Verdon) y en EEUU (en Yosemite) y en 1970 se escala la primera vía de grado 7a. A partir de esa fecha la locura por subir de grado se desata , hasta llegar a la actualidad, donde ya se ha escalado el primer 9c de la historia, algo ya estratosférico.


Descripción de los grados de escalada

Escalando en el Canuto de la Utrera. Vía de grado 6b+ apretado...


Escalar es un ritual. Atas el extremo de la cuerda con un nudo de ocho doble a tu arnés, como si fuera el cordón umbilical  que te une a la vida. En el otro extremo de la cuerda está tu compañero, que vela por tu seguridad abstraído del resto del universo. Se hace el silencio y solo se escucha el tintineo metálico del material que cuelga a los lados de tu arnés . No existe nada en el mundo en este momento, solo piensas en seguir subiendo y no caer. Empolvas tus manos con magnesio para evitar que suden y buscas con la mirada en el relieve de la roca dónde asirte para seguir ascendiendo. Te mueves sin brusquedad, temeroso de que el pie de gato resbale del pequeño canto donde lo tienes apoyado. Aguantas la respiración y te dispones a soltar tu mano derecha de la regleta donde tus dedos arqueados se agarran con fuerza. En un movimiento explosivo , lanzas tu mano y consigues acertar con ese pequeño orificio donde alojas la primera falange de los dedos índice y corazón. Escuchas a tu compañero decir "buena!!", observando atentamente todos tus movimientos desde abajo. Le pides cuerda y jalas de ella con una mano, sujeto ahora solo por esos dos dedos de la otra mano a la pared, para poder pasarla por el mosquetón de la cinta anclada a la roca que hace de seguro. Con la pelvis pegada al máximo a la roca, reposicionas tu centro de gravedad. Tanteas hasta que consigues introducir la puntera del pie de gato en una fisura de un par de dedos de ancho. Retacas la puntera para asegurarte y realizas una extensión a una pierna para tratar de alcanzar el borde de la repisa que tienes sobre ti. Poco a poco te vas sintiendo a gusto en la pared y tu escalada fluye. Consigues llegar al final de la vía, sin fallos, sin haberte bloqueado en ningún paso, habiendo experimentado el Zen de la escalada. Te anclas a las argollas de la reunión y contemplas el paisaje desde ahí arriba. La calma de esos segundos es parte del ritual. Esas horas suspendido en el vacío te limpian de los residuos acumulados en el día a día y te preparan para afrontar otro periodo de tempestad.
Te llevas contigo el tacto de la roca, la charla de regreso y una mochila cargada de sueños y libre de angustias. 





Escalando "Lluvia de asteroides" , 250 metros de escalada en El Chorro (Málaga)



En esencia, todos somos escaladores. Filogenéticamente , forma parte de las habilidades motrices básicas desde nuestro nacimiento, junto con correr, saltar, lanzar, recepcionar, etc. Del desarrollo de estas habilidades en la infancia, estimulados por el juego y la educación física, dependerá que se instauren entre nuestras destrezas motoras, o que se atrofien con el paso del tiempo. Está claro que escalar contiene un determinante sicológico con un alto valor específico , pero es algo que se puede aprender a controlar y gestionar. Es cuestión de probar.

De momento, y mientras el cuerpo lo permita, seguiremos corriendo y escalando todo lo posible, y poniendo esa sonrisa que le sale a uno cuando el recorrido te lleva a ese punto donde preguntas ¿Por ahí hay que subir? 






lunes, 13 de febrero de 2023

RESISTIR

 


Hace ya una hora que amaneció, pero la mañana es triste y oscura. En algún lugar, tras las negras nubes, estará el Sol, pero su presencia se limita a una leve claridad. El viento sopla fuerte y helado, emitiendo un sinfín de silbidos y rugidos diferentes, según se va entrelazando con los arboles o golpeando bruscamente a las rocas. Mi cortavientos chasquea como la vela de un barco al desplegarse en plena tormenta. Las perneras de mi pantalón corto aletean y mis piernas se han enrojecido , con la piel de gallina a causa del azote del frio viento. El dorso de mis manos me quema, las noto hinchadas, y me cuesta trabajo mover los dedos , totalmente agarrotados. En mis oídos, tapados por el buff que cubre mi cabeza, resuenan ensordecidos los diferentes sonidos del viento enfurecido. Tengo el lado derecho de la cara dormido y el lagrimeo del ojo ha ido formando un pequeño reguero que según sale se va secando.

Sigo corriendo. Intento esquivar los charcos del sendero, con pequeños saltos laterales, aunque recibo al cambio los arañazos de la maleza. Hoy la ducha va a escocer. Me topo de frente con una explanada embarrada, con pequeños charcos formados en las huellas del paso del ganado. Dudo ,durante una décima de segundo, entre frenar o acelerar. No hay posibilidad de esquivarlo, así que alargo la zancada y en un triple salto, inútil por cierto, lo atravieso. Noto como el agua helada empapa mis calcetines y como chapotea  al ir evacuando el interior de las zapatillas por los agujeros de la malla. Pies helados y piernas cubiertas de barro.



Resistir. Aguantar todo lo que se opone a tu avance y no parar. 

Comienza a llover levemente. Goterones dispersos empiezan a golpear tu cara lanzados por el fuerte viento. Seguramente, este panorama se contempla mejor desde el otro lado de una ventana, pero por algún extraño motivo, tú te encuentras bien aquí. A estas alturas, has dejado de evitar los charcos del sendero, porque ahora prefieres usarlos para que suelte la placa de barro que se ha pegado a la suela de las zapatillas.

Soledad. No te has cruzado con nadie, ni te vas a cruzar, dado el escenario.

Te sientes a gusto a tu ritmo. Aprietas y aflojas según te apetece. El frio hace que te gotee la nariz y utilizas la manga del cortavientos para quitarlo. Total, todo va a ir a parar a la lavadora. Llegas al punto más alto del tobogán rompepiernas y te paras a contemplar el paisaje que te rodea. Aprovechas los segundos de pausa para dar un trago de agua. Sientes como las pulsaciones van cayendo, pero te está empezando a dar la tiritona, así que arrancas de nuevo a correr. 


Resistir. Permanecer corriendo y sentir que tu cuerpo responde, que lo has acostumbrado a esto a base de hacerlo sufrir.

Correr sin dolor ¡que maravilla! Parece mentira lo bien que se corre puteado por el clima, pero exento de dolor. Son cortos los periodos en los que corres sin algún tipo de molestia. Siempre hay algo de dolor. Hace un rato que te has dado cuenta de este hecho, y te sientes afortunado y feliz. 

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A causa de tus niveles de serotonina, sobre la marcha, decides alargar. No es un día propicio para este tipo de decisión, pero ese golpe que te diste en la cabeza de pequeño, te hace actuar de esta manera en muchas ocasiones, cuando lo sensato sería, en todo caso, acortar. Vas justillo de agua, pero dada la temperatura, con lo que te queda, te bastará.


Resistir. Continuar con esto de correr por el monte cuando la vida no te quiere dejar. Buscarle las vueltas al tiempo cuando todo te arrastra a abandonar. Resistir, ser miembro de la resistencia que combate al enemigo, ese que se manifiesta en forma de ansiedad o depresión. Al menos te queda correr, no dejes que nadie te lo quite.


Últimos charcos antes de abandonar el sendero. Los últimos dos kilómetros han sido de bajada , así que has aprovechado para acelerar. Vas pletórico , pensando en el rato que has echado y en lo acertado de tu decisión de salir hoy a correr y posteriormente alargar. Según te acercas a donde dejaste aparcado el coche, vas buscando charcos de agua limpia donde sumergir tus embarradas zapatillas. Un resplandor en el cielo anuncia tormenta. El rugido instantáneo del trueno te avisa de que la tienes encima. Mientras el cielo se oscurece aún más, te cambias apresurado la parte de arriba por algo de ropa seca. Entras al coche y el cielo se desploma. En pocos segundos has empañado todos los cristales del coche con el calor que sigues desprendiendo. En silencio, escuchas la lluvia golpear en el techo durante un par de minutos, antes de arrancar. 


Resistir y resistirse a dejar de vivir estos ratos, en soledad o en compañía, tomando esas absurdas decisiones que te hacen absurdamente feliz, extraño, un loco de la colina en toda regla.


miércoles, 8 de febrero de 2023

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Hoy me ha parado un compañero de trabajo para decirme que ayer vio un documental sobre una carrera de seis días por el desierto del Sahara. Me contaba que los participantes tenían que llevar todo lo necesario para los seis días, porque solo les daban agua. Que los corredores lo pasaban fatal y que era una prueba al alcance de muy pocos. Cuando pude interrumpirle, le dije "Si, yo la corrí en 2009", -venga ya!! ¿en serio?, fue su reacción.
La mayoría de mis compañeros saben que corro (y que escalo) , pero no todos se imaginan los fregados en los que uno se ha metido a cuenta de esto de correr.

Llegada a meta del 24 Marathon des Sables. Junto a mi Patrick Bauer, creador de la prueba.


¿En realidad el Marathon des Sables es una prueba al alcance de muy pocos? Pues no. Como la mayoría de cosas en la vida, es algo al alcance de todo aquel que verdaderamente se lo proponga. 
En primer lugar está el dinero. Es una prueba muy cara, pero es cuestión de poner una hucha y en dos, tres o cuatro años.....si es tu sueño, reunirás lo necesario. Piensa en la cantidad de dinero que gastamos en caprichos o vicios. 
Luego está la preparación física. Si ya eres corredor, solo es cuestión de adaptar tu cuerpo para hacerlo con unos 8 kilos de peso en la espalda y acumular kilómetros. Deberás entrenar más, o menos, dependiendo de tus expectativas y teniendo en cuenta que hay gente que afronta la prueba solo caminando.
Y ahora viene lo más importante: la ilusión.
A veces pienso que la ilusión es algo propio exclusivamente de la infancia y que se pierde por el camino , a medida que vas quemando años y la vida te endurece. Ese sentimiento de anhelo y esperanza por conseguir algo que se desea intensamente, se evapora, y se cambia por esos cinco minutos de antojo estúpido que sucumbe al poco tiempo de uso. 
Al perder la ilusión, se emprenden travesías de envergadura condenadas al abandono, eso si se llegan a emprender, porque en la mayoría de las ocasiones, nosotros mismos ponemos barreras a nuestra felicidad, excluyéndonos de empresas exigentes, por pereza, por baja autoestima o por evitar conflictos familiares.

¿Cuánto te importas a ti mismo?¿en que peldaño estás en tu escala de valores?¿es tu actitud tu escaparate?

247365

24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año. Ese debería ser tu número. Ese el enfoque dedicado a tus sueños. Actitud a tiempo completo. Sin descuidar nada, ni a nadie, pero sin perder tu verdadero faro. 
Navegar con la mar en calma en dirección al faro lo hace cualquiera. Te toparas con tormentas y la mar revuelta y tendrás que seguir remando.

Subida al Veleta 2008

247365. Siempre con tu sueño presente en tu día a día. Todo suma. Crea hábitos que puedas incorporar en tu rutina diaria y que supongan un beneficio de cara a tu objetivo. Yo, por ejemplo, vivo en un sexto piso y subo siempre por las escaleras. Para rematar la faena subo siempre los escalones de dos en dos. A no ser que vaya cargado ,tipo bombona de butano o cajas de agua, uso las escaleras. Esta misma rutina la traslado a la fábrica o a cualquier edificio al que tenga que acceder en mi día a día. Este simple hábito tiene su transferencia a la escalada y a correr por montaña. Otro pequeño gesto que suelo usar es elevar los talones cuando estoy parado esperando algo o a alguien.  Acciones tan simples como estas, repetidas día a día, las agradecerás luego.

Tirando de cuádriceps y gemelos en mis jornadas de escalada

¿Compras la mochila más ligera del mercado pero te comes un diplodocus relleno de dátiles? 
Si al correr te bota más la barriga que la mochila, tienes que prestar más atención a tu dieta y menos al minimalismo del material.
Pequeños ajustes de tu día a día alimentario , te ayudaran a reducir tu peso. Si a tu café mañanero le restas azúcar, reduces el consumo de zumos y refrescos, cambias la harina blanca por integral y eliminas pasteles y postres golosos, en poco tiempo veras resultados.
Creemos equivocadamente que los corredores lo quemamos todo, máxime cuando nos dedicamos a correr ultramaratones , pero consumimos más calorías de las que en realidad quemamos y por lo tanto acabamos engordando. 
Puede que te de igual tu peso, que no te merezca la pena prescindir de los postres y que no influya mucho en la consecución de tu sueño, pero a largo plazo esos pequeños reajustes se traducen en salud.

Se fuerte mentalmente. Habrán voces que trataran de desalentarte. Siempre las hay. Le quitaran mérito a tu sueño o insinuaran que no estas a la altura. Hay gente así, que necesita desacreditarte o minusvalorarte para vivir feliz en su charco de mierda. Si prestas atención a esas moscardas perderás tu enfoque. 
Y ten sueños, hay que tenerlos, no tiene sentido vivir sin ellos. Quemar la vida en la monotonía de pasar días sin una ilusión, sin un objetivo por el que luchar más que pagar facturas, no es vivir, es solo estar vivo. 
Ha llegado el momento de que pongas en marcha, si es que no lo has hecho ya.
 
P.D: Sigo viendo a esa chica correr camino al trabajo. Misma indumentaria, incluso en estas madrugadas lluviosas. Vaya par de pelotas gasta.

jueves, 2 de febrero de 2023

El noble arte del sufrimiento voluntario

 

Camino del trabajo, en mi coche, el reloj marca las 6:20h de la mañana. Es 1 de febrero y el termómetro del coche dice que estamos a 4 grados centígrados. Con esta temperatura, y la humedad de esta zona, tengo sensación de frio, a pesar de las tres capas de ropa que llevo puestas. El frio de aquí se te mete hasta los huesos, a no ser que estés con la vena de la frente hinchada subiendo un cortafuegos.

De nuevo vuelvo a ver a esa chica corriendo. A través de mi ventanilla empañada, y con el escaso alumbrado urbano, apenas parece la visión de un demente, más que una imagen real. Al pasar junto a ella con el coche, la luz de una triste farola, ayudada por el resplandor de los faros, me reafirman mi convicción de que es una imagen real y no un espectro creado por mi mente soñolienta.

Misma hora, misma indumentaria, a pesar del frio. Pelo recogido, auriculares grandes, como los de un disc-jockey de los 80, calzonas cortas de atletismo de toda la vida, camiseta holgada sin mangas y zapatillas de asfalto.



Fotos de la chica tomadas desde mi coche


Hace más de un año que la llevo viendo, al menos un par de veces a la semana, cuando voy camino al trabajo. No alcanzo a ver su rostro, ni conozco su propósito , pero tengo la certeza de que hoy no lo tiene que estar pasando muy bien.

El noble arte del sufrimiento voluntario, esa especie de masoquismo que nos arrastra a penar por cuenta propia y al descredito de los ajenos.

Por mi parte, no siento más que admiración por esta chica, pero estoy seguro de que alguna vecina comentará “Esa niñata está chalá” en el corrillo del bingo.

¿Qué nos empuja a la asfixia voluntaria de subir una colina con un resfriado mal curado? ¿Por qué usamos el razonamiento irracional del “o termino de reventar o de esta me lo curo”? ¿Por qué nos empeñamos en ponernos las cosas difíciles a nosotros mismos?

Sentir los latidos revolucionados del corazón en nuestro pecho, con esa punzada en las sienes y la saliva pastosa en la boca, debería ser fruto de la persecución de un oso pardo a tus espaldas, no del “paseo” matutino de la mañana del sábado con los colegas.

Podemos idealizar el arte del sufrimiento voluntario como una continua búsqueda de la mejora por parte del individuo. Elegir el peor camino como el camino (literalmente) para estimular al cuerpo y a la mente, y así activar los mecanismos de adaptación que desembocaran en la mejora del individuo. Eso si no te dejas los dientes en el camino y acabas tomando el filete con pajita.

¿Lo que no te mata te hace más fuerte? Puede que sí, o puede que te deje secuelas.

La continua exposición voluntaria al daño, a las inclemencias y al esfuerzo innecesario, puede crearnos una percepción distorsionada del entorno y de nosotros mismos, llegando a ver llano lo que no lo es , o bajo lo que en realidad está alto.  Fruto de esta distorsión nació “El Falsollano”. Cuenta la leyenda que un sufridor voluntario, empoderado por la percepción distorsionada de sí mismo, acuñó el término “falsollano”, asociando el término a pendientes reales, no falsas, que a ojos de este hijoputa eran levemente inclinadas. Desde ese día, hijoputas de todo el planeta, quedan contigo para correr y te guían poco a poco hacia una sucesión de “falsollanos” , para ver de reojo como resoplas, con una sonrisilla maléfica esbozando en su rostro.

Este acto de hijoputismo es altamente contagioso, provocando que tú mismo arrastres a “falsollanos” que has padecido a otras criaturas inocentes.


Reunión de hijoputas y falsollanistas al atardecer.


Reunión de hijoputas y falsollanistas  con nocturnidad y alevosía. 

 ¿Existe mayor gesto de sufrimiento voluntario que el de inscribirse en un ultratrail o en una prueba de ultrafondo de 24 horas? No y lo sabes.

Como siempre digo, desde hace casi dos décadas, correr ultramaratones es como comer picante, sabes que vas a acabar jodido, pero repites una y otra vez, hasta el punto de estar todo el día pensando en ello. Por suerte, en mi caso, he conseguido desengancharme (del picante aún no) , aunque tengo la certeza de que el día menos pensado acabaré recayendo, lamentablemente.

 A día de hoy, practico el arte del sufrimiento voluntario en un ámbito diferente, pero hubo una época en la que el espíritu kamikaze se había apoderado de mí, y no paraba de lanzarme en barrena a la cubierta de cualquier portaviones que apareciera en el horizonte de la ultradistancia.

El Hachimaki que llevaba en mi frente , me lo trajo de Japón un compañero de trabajo. La frase decía "Victoria Segura" y la eligió la mujer de mi compañero, que es japonesa. 


Si no te has metido un buff en la raja del culo para impedir que te rocen los cachetes, en algún lugar entre las montañas de Suiza, aún no has tocado techo en el arte del sufrimiento voluntario. Seguro que te encuentras en esa etapa en la que cuelgas cualquier foto de tus pies destrozados, tus piernas arañadas o tu cara partida, todo con orgullo y satisfacción. Pero lo de los cachetes en carne viva está en otro nivel. Pero tranquilo, todo llegará, hazme caso.


Presumiendo el día después de la Pedrusco Trail

Marathon Des Sables 2009 terminada

Scottish Ultra 2010. Pies, hijoputa y falsollanistas en la niebla

¿Has colgado alguna vez en Wikiloc un ruta mala y perra , con trepadas salvajes y pinchos por doquier, y has puesto en la pestaña “Dificultad Técnica” la palabra “Fácil”?¿No?  Yo si, pero no voy a decir en cual, para que siga picando algún incauto.

¿Has escondido unas latas de cerveza entre las piedras de un cresteo, de vegetación cerrada y frecuentado por víboras, y has publicado las coordenadas para que alguien se anime a encontrarlas?¿No? Pues yo si, pero que conste de dejé también una lata de aceitunas como aperitivo y una 0,0 para atraer a esas criaturas que las beben. A día de hoy no me consta que nadie las haya encontrado (o eso, o no sobrevivió para reportarlo). Dejo por aquí la foto con las coordenadas por si alguno se anima.

Ánimo chavales!!

Y bueno, que estamos a primeros de año, y es el momento de diseñar tu calendario. De ti depende que parezca la cabalgata del orgullo gay, o una verdadera carnicería a la altura de pocos hijoputas falsollanistas practicantes del noble arte del sufrimiento voluntario.


Un saludo.