Hace ya una hora que amaneció, pero la mañana es triste y oscura. En algún lugar, tras las negras nubes, estará el Sol, pero su presencia se limita a una leve claridad. El viento sopla fuerte y helado, emitiendo un sinfín de silbidos y rugidos diferentes, según se va entrelazando con los arboles o golpeando bruscamente a las rocas. Mi cortavientos chasquea como la vela de un barco al desplegarse en plena tormenta. Las perneras de mi pantalón corto aletean y mis piernas se han enrojecido , con la piel de gallina a causa del azote del frio viento. El dorso de mis manos me quema, las noto hinchadas, y me cuesta trabajo mover los dedos , totalmente agarrotados. En mis oídos, tapados por el buff que cubre mi cabeza, resuenan ensordecidos los diferentes sonidos del viento enfurecido. Tengo el lado derecho de la cara dormido y el lagrimeo del ojo ha ido formando un pequeño reguero que según sale se va secando.
Sigo corriendo. Intento esquivar los charcos del sendero, con pequeños saltos laterales, aunque recibo al cambio los arañazos de la maleza. Hoy la ducha va a escocer. Me topo de frente con una explanada embarrada, con pequeños charcos formados en las huellas del paso del ganado. Dudo ,durante una décima de segundo, entre frenar o acelerar. No hay posibilidad de esquivarlo, así que alargo la zancada y en un triple salto, inútil por cierto, lo atravieso. Noto como el agua helada empapa mis calcetines y como chapotea al ir evacuando el interior de las zapatillas por los agujeros de la malla. Pies helados y piernas cubiertas de barro.
Resistir. Aguantar todo lo que se opone a tu avance y no parar.
Comienza a llover levemente. Goterones dispersos empiezan a golpear tu cara lanzados por el fuerte viento. Seguramente, este panorama se contempla mejor desde el otro lado de una ventana, pero por algún extraño motivo, tú te encuentras bien aquí. A estas alturas, has dejado de evitar los charcos del sendero, porque ahora prefieres usarlos para que suelte la placa de barro que se ha pegado a la suela de las zapatillas.
Soledad. No te has cruzado con nadie, ni te vas a cruzar, dado el escenario.
Te sientes a gusto a tu ritmo. Aprietas y aflojas según te apetece. El frio hace que te gotee la nariz y utilizas la manga del cortavientos para quitarlo. Total, todo va a ir a parar a la lavadora. Llegas al punto más alto del tobogán rompepiernas y te paras a contemplar el paisaje que te rodea. Aprovechas los segundos de pausa para dar un trago de agua. Sientes como las pulsaciones van cayendo, pero te está empezando a dar la tiritona, así que arrancas de nuevo a correr.
Resistir. Permanecer corriendo y sentir que tu cuerpo responde, que lo has acostumbrado a esto a base de hacerlo sufrir.
Correr sin dolor ¡que maravilla! Parece mentira lo bien que se corre puteado por el clima, pero exento de dolor. Son cortos los periodos en los que corres sin algún tipo de molestia. Siempre hay algo de dolor. Hace un rato que te has dado cuenta de este hecho, y te sientes afortunado y feliz.
C10H12N2O
A causa de tus niveles de serotonina, sobre la marcha, decides alargar. No es un día propicio para este tipo de decisión, pero ese golpe que te diste en la cabeza de pequeño, te hace actuar de esta manera en muchas ocasiones, cuando lo sensato sería, en todo caso, acortar. Vas justillo de agua, pero dada la temperatura, con lo que te queda, te bastará.
Resistir. Continuar con esto de correr por el monte cuando la vida no te quiere dejar. Buscarle las vueltas al tiempo cuando todo te arrastra a abandonar. Resistir, ser miembro de la resistencia que combate al enemigo, ese que se manifiesta en forma de ansiedad o depresión. Al menos te queda correr, no dejes que nadie te lo quite.
Últimos charcos antes de abandonar el sendero. Los últimos dos kilómetros han sido de bajada , así que has aprovechado para acelerar. Vas pletórico , pensando en el rato que has echado y en lo acertado de tu decisión de salir hoy a correr y posteriormente alargar. Según te acercas a donde dejaste aparcado el coche, vas buscando charcos de agua limpia donde sumergir tus embarradas zapatillas. Un resplandor en el cielo anuncia tormenta. El rugido instantáneo del trueno te avisa de que la tienes encima. Mientras el cielo se oscurece aún más, te cambias apresurado la parte de arriba por algo de ropa seca. Entras al coche y el cielo se desploma. En pocos segundos has empañado todos los cristales del coche con el calor que sigues desprendiendo. En silencio, escuchas la lluvia golpear en el techo durante un par de minutos, antes de arrancar.
Resistir y resistirse a dejar de vivir estos ratos, en soledad o en compañía, tomando esas absurdas decisiones que te hacen absurdamente feliz, extraño, un loco de la colina en toda regla.
2 comentarios:
A un día así le pega un Repentless de Slayer como banda sonora:
https://www.youtube.com/watch?v=I8Pnp7x8MaI
A veces me pregunto si podría considerarse doping enchufarte un tema como este durante una carrera. Yo tengo claro que sí.
Metal Cloud, con el Repentless o el Chasing Death te sancionan fijo.
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