Gran Trail Courmayeur |
Hace cuatro millones de años, el extinto Australopithecus, fue el primer homínido bípedo que se conoce. Posteriormente, esta especie evolucionó a los Homo habilis y finalmente al hombre moderno, el Homo sapiens sapiens.
Por culpa del Australopithecus, acabaste con las ingles rozadas, dos uñas negras, un pezón en carne viva y dos ampollas como dos bombillas de 60 watios, hace un par de semanas, cuando acabaste esa maldita ultramaratón.
Al igual que aquel homínido, tu, Ultralopitecus, no eres muy listo que digamos. Millones de años de evolución no han servido para mucho, al menos en tu caso.
Sentado como un chimpancé frente al teclado, pulsando el "intro" compulsivamente, soltando blasfemias mientras refrescas con el F5 , nervioso y violento, porque no vas a conseguir plaza para la próxima edición de ese puto ultratrail que, si consigues inscribirte, te va a dar dos revolcones como los que da una vaquilla a un cuñado borracho en una comunión con capea.
Pero al menos hay una buena noticia: ser tan primitivo te puede estar salvando la vida.
El Homo Sapiens, u hombre moderno, en su moderna sociedad, está sucumbiendo a una serie de plagas que él mismo ha propiciado: Obesidad, hipertensión, depresión, cardiopatías, diabetes, alergias, insomnio, cáncer y una larga lista de trastornos. La esperanza de vida ha aumentado una barbaridad en los dos últimos siglos. Se viven más años, se muere más viejos, pero se van padeciendo más enfermedades. Sueltas una y enganchas otra. Enfermas, te medican, nueva enfermedad, nueva medicación. En cada casa un armario lleno de medicinas. En un mismo día: dolor de cabeza = pastilla, dolor de espalda = pastilla, gases = pastilla, estreñimiento = pastilla, pesadez de estómago = pastilla, insomnio = pastilla ...
Lo peor es que no hay medicamento inocuo, o sea , que todos los medicamentos hacen daño. Cada día, los medicamentos son más potentes y la gran mayoría de ellos -más del 90%- apenas tienen 25 años. Es un dato a tener en cuenta: cada vez se logran medicamentos más potentes, más activos, más fuertes, más eficaces y por lo tanto, más peligrosos. Nadie duda de la importancia de los medicamentos, pero toda droga (y los medicamentos lo son ) puede provocar efectos indeseables.
Al hombre moderno le pierde la inmediatez. Despertar con dolor de cabeza nos dispara al armario de los medicamentos. A nadie se le ocurre esperar un rato, salir a dar un paseo, contemplar el mar y ser testigos de como el dolor desaparece. El resto de animales de la naturaleza no dispone de una caja de paracetamol de 1 gramo, así que me imagino que somos criaturas blandengues, con poca tolerancia al dolor.
El Ultralopitecus, por contra, acostumbrado a sufrir dolores varios, fatigas y calambres, tiene una mayor tolerancia al dolor y, en consecuencia, una menor dependencia de los fármacos analgésicos y antinflamatorios.
El Homo Sapiens vive confinado en oficinas, viviendas y locales, siempre bajo luces artificiales. Se afana en vivir siempre a la misma temperatura, con aparatos de aire acondicionado en épocas calurosas y estufas y calentadores en las frías. Lo más cercano a la intemperie y a la naturaleza, es su salvapantallas de Windows ,con un paisaje alpino de fondo.
El Ultralopitecus, se carga de vitamina D en sus horas expuesto al Sol. Domina el juego de las capas, quitando o poniendo prendas según la temperatura o las inclemencias del tiempo. Conoce la bajada de temperatura al amanecer, la humedad de la niebla, la súbita oscuridad que precede a la tormenta. No le importa pasar un poco de frío y está habituado a pasar calor. Se refresca en chorros, lagunas y fuentes, y se cobija en vivacs y refugios mientras espera que amaine el temporal.
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El hombre moderno evita caminar, usando el vehículo para ir al gimnasio, dentro del cual se sube en una cinta para caminar en el sitio. Se pasa periodos engordando, para luego pagar al dietista para perder lo engordado. Una vez perdido el peso acordado, comienza un nuevo ciclo de engorde. Así de por vida.
El resto de animales salvajes, viven delgados sin necesidad de dietistas. Ya sean herbívoros, como gacelas o ciervos, o carnívoros, como leopardos o hienas, comen la cantidad adecuada, sin repetir plato ni picar entre comidas.
El hombre moderno busca la felicidad en comilonas y aparatos electrónicos. Evita el contacto con otros iguales, canjeándolo por leves conversaciones de chats o mensajes de texto.
El Ultralopitecus busca la felicidad en la incomodidad. En dormir tirado en el suelo o en pasar la noche atravesando montañas, privándose del sueño de manera voluntaria. En comer mientras corre o camina, o a lo sumo sentado sobre una piedra. Se mantiene en movimiento aceptando de antemano que llegará el dolor, dada la enorme distancia que se propuso recorrer. Disfruta de la compañía presencial, de la conversación directa, sin fibras ni cables de por medio. Sabe caer y volver a levantarse, una y otra vez, y no renuncia a su objetivo. Si enferma lucha por sanar, por seguir siendo salvaje y primitivo, por volver lo antes posible a la incomodidad del pulso acelerado y los arañazos de la maleza.
El Ultralopitecus es un hombre moderno, pero uno que se aferra a su lado primitivo, ese que requiere de desafíos que le hagan mejorar, de adversidades que lo mantengan activo y en continuo proceso de adaptación.
Si has perdido tu lado primitivo, aun estas a tiempo de recuperarlo y regresar a tus raíces nómadas.