viernes, 23 de septiembre de 2011

Christopher McDougall y el retorno a los origenes.


A pocas páginas de acabar de leer el mejor libro que ha pasado por mis manos en mucho tiempo, "Nacidos para correr" de Christopher McDougall, dejo esta entrevista publicada en el diario ABC, en la que se muestra una pizca del tesoro que esconde McDougall en las páginas de su libro. De momento solo quiero recomendar, a cualquiera que visite este blog, que lea el libro, no se arrepentirá.

Entrevista a Christopher McDougall:

Buscando un modo de correr sin que le doliera nada, el periodista Christopher McDougall (Filadelfia, 1962) se topó con la increíble tribu de los tarahumaras, habitantes de las escarpadas y recónditas Barracas del Cobre, en México: corren cientos de kilómetros sin descanso ni dolor; no conocen el cáncer, ni la diabetes, ni las peleas. Encontró también estudios de la universidades de Harvard y Newcastle (Australia), entre otras, que le decían que lo que debía hacer era correr descalzo. Y también aprendió que el homo erectus triunfó en la guerra evolutiva precisamente por su capacidad para correr largas distancias, lo que le permitía acabar con las presas por el refinado método de perseguirlas pacientemente hasta agotarlas. «Y todo lo demás se deriva de esa capacidad», dice.




—Pero ahora que no cazamos, ya no lo necesitamos más. ¿O sí?


—No como medio de transporte. Pero mire lo que nos pasa: sufrimos nuevas enfermedades, como la diabetes, el colesterol, las depresiones, el cáncer. Sin embargo, los grupos de personas que todavía corren, como los tarahumara, no tienen ninguno de estos problemas. Así que quizá sea una paradoja moderna: no necesitamos correr, pero realmente lo necesitamos.

—¿Correr nos salvaría de eso?

—En el zoo, los tigres o los pandas, alejados de su ambiente natural, sufren problemas de alimentación, de ánimo, reproductivos. Si se aparta a un animal de sus habilidades naturales, se empieza a descomponer. Y eso es lo que nos pasa a nosotros.

—¿Las ciudades son nuestro zoo?

—Si coge un pájaro y lo mete en una jaula, donde no puede volar, ¿qué sucede? Empiezan a caérsele las plumas, se pone triste. A mí también me pasa: si no puedo salir a jugar, me pongo mustio y se me caen las plumas.

—Hay mucha gente a la que lo que no le gusta es correr.


—Yo era así. Odiaba correr. Y siempre me lesionaba. Es difícil encontrar un niño al que no le guste correr. Si a mi hija de 7 años le pido que me traiga algo, viene corriendo. Le encanta.

—¿Qué pasa luego?

—En algún momento de nuestra vida, correr deja de ser divertido y se convierte en un castigo. Nos obligan a estar sentados todo el día. Y cuando hacemos ejercicio está organizado y controlado, y es competitivo. Ya no es juego, sino trabajo.

—En el libro cuenta que también ha visto felicidad en el sufrimiento, en el de los ultramaratonianos, por ejemplo.

—Pero es al revés: no es que encuentren la felicidad en el dolor; es que si no fuera divertido no podrían correr esas distancias. Quienes son capaces correr estas distancias tan largas, se relajan, levantan la cabeza, miran el paisaje, respiran aire fresco. Es algo placentero.

—Suena bastante mejor que la cinta de gimnasio.

—Estuve en Boston este invierno para conocer al doctor Lieberman, de Harvard. Antes de ir a su laboratorio, salimos a correr juntos. Había caído una nevada increíble y hacía mucho frío, pero nos lo estábamos pasando bien: haciendo bolas de nieve, deslizándonos... Entonces pasamos al lado de un gimnasio enorme con una cristalera, y todo el mundo nos miraba. Era exactamente como estar en el zoo: nosotros estábamos fuera jugando y toda esa gente, encerrada en el gimnasio.

—Una de las cosas que le contó Lieberman es que las zapatillas son la causa de muchas lesiones. Usted escribe que Nike lo sabe hace tiempo. ¿Lo saben también otras marcas?


—Mantienen un silencio absoluto y guardan en secreto todas las investigaciones que han realizado en los últimos 30 años. Nadie sabe qué saben ni cuándo lo han sabido. Voy a darles el beneficio de la duda y decir que pensaban que estaban haciendo productos que creían que iban a ayudar.

—¿No es así?


—No hay ninguna prueba de que las zapatillas ayuden algo. Pero existen bastantes de que provocan daños. Y cuando los estudios empezaron a decir que provocaban lesiones, los fabricantes parece que no hicieron nada.



—¿Deberíamos correr descalzos?


—Bill Rodgers, un gran maratoniano (triunfó a finales de la década de 1970) que además tiene una tienda de zapatillas, dice: «La mejor zapatilla para ti es aquella que permite al pie hacer lo que quiere hacer».

—¿Usted corre descalzo?

—Intento hacerlo descalzo siempre que puedo. Si voy por un sitio con piedras o gravilla, me pongo zapatillas, pero trato de que sean lo más finas y ligeras posible.

—¿Han mejorado así sus lesiones?

—Desde que empecé a correr descalzo hace unos años, no he vuelto a perderme un día por culpa de una lesión.

—¿Sólo con eso?

—Sucede otra cosa. Antes, si me proponía correr cinco millas, corría cinco millas como fuera. Incluso si me sentía fatal o me dolían las piernas. Ahora, si no me siento bien, me paro y me voy a casa. Los niños juegan hasta que dejan de divertirse.

—Últimamente ha viajado mucho. ¿Cuál es su sitio preferido para correr?

—Es curioso. Es cierto que en los últimos tres o cuatro años he tenido la oportunidad de correr en sitios fantásticos: California, México, Arizona, África, Portugal... Pero mi sitio favorito para correr son los alrededores de mi casa. Y tengo la impresión de que casi todo el mundo diría lo mismo. Aunque mi segundo sitio favorito es la Casa de Campo de Madrid, donde viví hace unos 20 años [trabajando para la agencia AP].http://www.blogger.com/img/blank.gif

—¿Por qué cree que se prefiere un sitio tan conocido?


—Es un instinto que tiene todo el mundo: nos gusta el sitio en el que hemos crecido. Creo que a todos nos gusta jugar en nuestro patio.

—¿Correr es como viajar, que se hace para regresar a casa?

Sí, como al explorar. Nadie quiere hacerlo si no tiene un hogar al que volver. Como los niños. Todos quieren explorar el barrio, pero siempre terminan volviendo a casa.





Fuente: www.ABC.es

jueves, 15 de septiembre de 2011

Entrevista a Anton Krupicka


Sólo hace falta ver una imagen de Anton Krupicka para darse cuenta de que no es un corredor normal. Suele correr sin camiseta ni mochila, lo que unido a su pelo largo y poblada barba, lo convierte en uno de los corredores más fácilmente reconocibles.

Pero lo que muchos expertos destacan de Anton es su filosofía deportiva, buscando en el deporte una conexión más íntima con la naturaleza, una relación que mantiene desde que nació en una granja familiar en la Nebraska rural. Cómo él mismo predica, el trail running es “un contacto con la naturaleza para poder apreciarla más en profundidad en términos de aventura, desafío, inspiración y crecimiento personal”.

¿Cuándo comenzó tu pasión por las carreras de montaña?
Mi amor por los espacios exteriores comenzó como consecuencia de crecer en la parte más rural de Nebraska, en la granja de mi familia. Vivíamos en un estilo de autoabastecimiento y muy en contacto con la naturaleza. Todo lo que hacíamos estaba relacionado con la naturaleza y de ahí viene mi compromiso con el medio ambiente. Esto se reforzó con los campamentos de verano a los que iba, en los que recorríamos montañas, desiertos y costas. El hecho de vivir en una zona rural, hizo que siempre fuera un corredor de montaña, ya que siempre estaba corriendo por las colinas y los pastos cercanos a mi casa.

¿Qué es lo que te hace salir de casa cada mañana para correr tantos kilómetros?
Las montañas en sí son mi gran fuente de inspiración. Nada me satisface más que la sensación de correr a través de un paisaje natural. También me inspiran aquellas personas que aprecian la naturaleza e interactúan con ella en el modo correcto y persiguen un cierto crecimiento personal a través de ello. Me refiero a personas como Reinhold Messner, Ueli Steck, y Steve House, pero también personas anónimas que tratan a la naturaleza con sinceridad y pureza.

"El hecho de vivir en una zona rural, hizo que siempre fuera un corredor de montaña, ya que siempre estaba corriendo por las colinas y los pastos cercanos a mi casa."

Sueles decir que te gusta correr sólo con el material más esencial ¿Ha sido siempre así?
No creo ni que lo haya elegido ni que lo haya descubierto. Correr con lo mínimo es la única forma en la que correr tiene sentido para mí. Cuando comencé, ni siquiera me llevaba una botella de agua porque no me gustaba ese sobrepeso. Lo de correr sin camiseta sólo lo hago si tengo calor. Cuando comencé a competir, simplemente seguí con ese concepto de poco material que, por otra parte, siempre me ha parecido el más lógico.

En los últimos años te hemos podido ver en carreras más largas, de hasta 100 millas. ¿Cómo ha sido dar ese paso?
Para mí, las carreras de 100 millas tratan sobre simplicidad, resolución de problemas, perseverancia e incluso algo de terquedad. Por supuesto que es necesario estar en buena forma, pero yo creo que es muy importante escuchar lo que mi cuerpo me dice. Luego, en las primeras 60 millas, lo importante es no cometer ningún error estúpido, como no hidratarse o llevar un ritmo inadecuado; en el resto del recorrido, hay que ser algo testarudo y estar dispuesto a seguir tirando, incluso si es necesario rebajar tus objetivos.


"Me inspiran aquellas personas que aprecian la naturaleza e interactúan con ella en el modo correcto y persiguen un cierto crecimiento personal a través de ello."

En estas carreras, es necesario aceptar las duras circunstancias que te esperan y ser capaz de seguir luchando para superar todos estos problemas que surgen. Mi carrera perfecta es aquella en la que soy capaz de resolver todos aquellos contratiempos que, tarde o temprano, aparecen en unas “100 millas”.

¿Cambias tu estilo de correr cuando compites contra otros corredores de élite o simplemente sigues las mismas directrices?
Mi filosofía no cambia en las competiciones de élite, sobre todo porque no compito muy a menudo. Eso sí, cuando lo hago, me gusta que sea una carrera en la que compitan los mejores corredores. No concibo competir si no doy todo lo que tengo dentro, así que no concibo una carrera como un entrenamiento. De todas formas, me gusta estar con confianza en la línea de salida gracias a mi entrenamiento y a mi habilidad como corredor. La confianza en uno mismo es muy importante en las carreras y tenerla marca la diferencia en cualquier deporte. Sin esa confianza, no vería posible competir en ninguna carrera.

¿Cómo compaginas los entrenamientos con el descanso necesario para el cuerpo?

Normalmente escucho lo que mi cuerpo me dice e intento saber qué es lo que mi cuerpo puede o no puede hacer en cada momento. Creo que mucha gente trata de correr muy rápido cada día. Mucho de mi entrenamiento lo realizo a ritmos bajos y, si me siento muy cansado, no me importa subir la montaña andando. Por otro lado, si siento mi cuerpo fuerte, dejo que vuele en algunos entrenamientos.

"Mi carrera perfecta es aquella en la que soy capaz de resolver todos aquellos contratiempos que, tarde o temprano, aparecen en unas “100 millas”."

En muchas fotos sales corriendo sin mochila de líquidos. ¿Cómo te mantienes hidratado?
La verdad es que suelo acabar de correr algo deshidratado, pero no veo la montaña como un lugar para estar lo más cómodo posible todo el tiempo. Si quisiera eso, me quedaría tumbado en el sofá. La mayoría de veces suelo correr con unas zapatillas y un pantalón, ya que no me gusta cargar con material, sino que me gusta que haya lo menos posible entre la montaña y yo. Además, me gusta esa sensación de acabar mi entrenamiento un poco agotado; por ello, no me importa acabar algo deshidratado tras mis dos o tres horas de entrenamiento.

¿Y en carreras más largas qué sistema utilizas?

Suelo llevar una botella en la mano y unos 10 geles en el pantalón, lo cual es suficiente para una carrera larga. La botella que llevo suele ser pequeña y la voy rellenando en los ríos que me encuentro por el camino. Si la carrera va a ser muy larga o la temperatura es muy alta, entonces llevo dos botellas o bebo mucho antes de comenzar la carrera. Como cualquier corredor, bebo y como durante las carreras, simplemente, lo hago un poco por debajo de la media.



"La confianza en uno mismo es muy importante en las carreras y tenerla marca la diferencia en cualquier deporte. Sin esa confianza, no vería posible competir en ninguna carrera."

¿Qué carrera te gustaría competir y ganar?

Sin duda el Ultra Trail Mont Blanc. Es una carrera bastante joven, pero está en Los Alpes y es de las pocas carreras que han logrado tener atención en los Estados Unidos. Tiene uno de los mejores recorridos y los aficionados son excepcionales. Además, atrae a los mejores corredores del mundo y, en mi opinión, es el Campeonato del Mundo oficioso.

Para terminar, ¿qué les dirías a los jóvenes que quieran comenzar a correr por montaña?
Lo primero es que, si quieren mejorar, deben ser muy consistentes en sus entrenamientos diarios. Desarrollando una rutina, ésta se convierte en hábito y entonces correr es algo de lo que es difícil prescindir, y a mí eso me parece algo muy positivo. Lo segundo es que vea el trail running como algo más que un deporte, como un contacto con la naturaleza para poder apreciarla más en profundidad en términos de aventura, desafío, inspiración y crecimiento personal.

Fuente Desnivel.com

sábado, 3 de septiembre de 2011

Inventando las carreras de 100 millas


Hace tres o cuatro meses, encontré en internet la crónica de Gordy Ainsleigh sobre aquel histórico día en que corrió 100 millas en una prueba organizada para jinetes y caballos. La Tevis Cup, era su prueba de resistencia a caballo favorita, pero ese año su caballo estaba lesionado, y para no perderse la aventura decidió participar solo con la ayuda de sus piernas. Con el boom del "footing" de los años setenta en Estados Unidos, mucha gente se tiró a la calle a correr como locos, formando grupos de amigos, clubs, asociaciones, y dando origen a gran cantidad de carreras populares y maratones en casi todas las grandes ciudades. Gordy ya había corrido algún maratón, y utilizaba la carrera a pié como entrenamiento para estar en forma para sus largas competiciones a caballo. Así que, ni corto ni perezoso, con la ilusión de volver a ver a sus amigos jinetes de todos los años en la Tevis Cup, decidió intentar completar el recorrido junto a los caballos. El resto es historia.

Mi pega era que el texto estaba en ingles, y los traductores automáticos son una chapuza, ya que no son capaces de dar forma a ciertas expresiones o jerga que usamos los corredores. Así que, a ratos, he ido traduciendo y dando forma al texto original, moldeando a mi estilo y recortando algunos parrafos carentes de interes, bajo mi punto de vista. Espero que os guste el resultado.

INVENTANDO LAS CARRERAS DE 100 MILLAS
Por Gordy Ainsleigh

Hay momentos decisivos en la vida de una persona, cuando se debe decidir entre ser sensible y hacer cosas razonables o embarcarse en un peligroso viaje a través de una niebla de incertidumbres e incógnitas ,mas atractivo, pero donde no podemos conocer su potencial riesgo. Frente a esta situación, elegimos nuestra respuesta, ya sea volver atrás o seguir adelante.

Los que deciden adentrarse en la niebla, a menudo llegan a ocultas orillas y participan en grandes aventuras, llegando incluso a hacerse famosos por ello.
Para mí, la tarde del 3 de agosto de 1974, fue uno de esos momentos decisivos.

Un mal comienzo

Como suele ocurrir con los acontecimientos que marcan la vida de una persona, el día comenzó de la manera mas sencilla. Diez minutos antes de las 5 de la madrugada, hora de salida de la principal competición de resistencia a caballo del mundo, las Wetern States 100 millas en 24h cabalgando, me acerqué a Betty Veal, la secretaria del jefe de veterinarios, y a Ralph y Betty Dever, que ultimaban los preparativos para la salida del gran evento.

-“Bueno, creo que es hora de que salga “, les dije.
-“Buena suerte Gordy”, contestaron ellos.

Y entonces, desparecí en la oscuridad, antes de que amaneciera, un jinete sin caballo, pero con una dosis de talento para correr y algo de experiencia. Inactivo durante un año por culpa de la cojera de mi caballo, pero dispuesto a disfrutar de un día y una noche de aventuras junto a mis compañeros jinetes de otras ediciones.

Los entrenamientos junto a Jim Larimer ,para su participación en la Levi´s Ride & Tie, carrera a caballo que ya habíamos ganado anteriormente, me habían dejado en excelentes condiciones para participar en una carrera a pié de 50 km. Sobre esa base, hice un entrenamiento específico para correr junto a los caballos en la Western States. Seguí con mis entrenamientos regulares, pero también corría desde Michigan Bluff hasta Auburn ( 70km de terreno plagado de colinas) cada 9 o 10 días.

Amaneció el día 3 de Agosto, y conforme avanzaba la mañana , compartía los senderos con mi gente favorita y sus extraordinarias bestias. Corría con vigor, a menudo compitiendo con los caballos, sintiéndome feliz de estar vivo y de formar parte de aquello (aunque sin caballo), sobre todo después de tener que retirarme el año pasado en Robinson Flat (milla 30) por lesión de mi caballo.

Pronto en problemas

No es una sorpresa que al mediodía estuviera cansado y deshidratado. Pero aún tenía mucha aventura por delante, subiendo para salir de Deep Canyon, atravesando los montes hacia Dusty Corners (milla 40) y Last Chance (milla 43).
El intenso calor siempre ha sido nuestro compañero en esta carrera, cada fin de semana de Luna llena de finales de Julio o principios de Agosto. Esta tarde en particular el termómetro marcaba 42º C.

En esta parte del camino, despues de Deep Canyon, donde hoy día corre el viento entre pinos enormes, esa tarde el sol lanzaba su radiación sobre la tierra, que al calentarse desprendía un tremendo calor que contagiaba al aire. Aquel día, a consecuencia de un incendio reciente, la vegetación consistía en algunos pequeños arbustos.

Ya sea por la cocción de mi cuerpo, la de mi cerebro, o por ambas, cada paso parecía ser el último, no lograba enfocar mi mirada en el camino polvoriento. Desesperado, revisé mi estado físico. Mi energía se había ido deteriorando progresivamente, quizas había sido demasiado engreido, pegando el salto desde mi humilde preparación para un maratón hasta este desafío sin precedentes.

Una decisión sencilla

Teniendo en cuenta lo mal que me sentía, y mi ritmo lento, tuve que hacerme la gran pregunta: ¿Había algúna posibilidad de que yo pudiera recorrer los 93km que me separaban aún de Auburn, antes de que se cumpliera el plazo de 24 horas ? Teniendo en cuenta mi bajada de forma en los últimos 30km la respuesta era: no hay manera!
Ni siquiera veía posible llegar a Michigan Bluff, la milla 55 de carrera.
Entonces ¿que debía hacer? ¿abandonar? mi mente gritaba "no puedo abandonar!", la idea de retirarme me aterraba, así que solo me quedaba otra pregunta ¿que podía hacer? y la respuesta brotó del fondo de mi alma, aún podía poner un pié delante del otro ¿no? , por una vez la respuesta fué positiva, SI!!

Este fué el momento decisivo, el que marcó lo que era el antes, y lo que despues cambió para siempre. Y como suele ser tantas veces en la vida, fué un instante simple. La decisión se formó en mi mente y yo hice un compromiso firme, poner un pié delante de otro hasta no poder mas. No hacía falta ser un genio, solo bastaba con comprometerme conmigo mismo, y hacerlo de manera completa y total.

Hoy en día, desde nuestro conocimiento, podríamos catalogar mi decisión de casi-suicidio. Hoy en día, cualquier médico o director de carrera, me habría impedido continuar, pero hay que pensar que aquello era un experimento, y que no sabíamos claramente donde me metía. Y ademas, yo tenía 27 años y me creía inmortal!!

Conoce el miedo

Una vez tomada la decisión de continuar, lo único que hace falta es que la providencia te deje tener exito. Pero antes de que la providencia me echara una mano, tenía un obstáculo de 600 metros de profundidad en el interior de un cañon.
A medida que corría hacia el largo puente colgante que atraviesa el American River, veía a un grupo de jinetes luchando deseperadamente en el agua con un caballo gris que yacía derrumbado sin fuerzas. Así que decidí dar un giro y bajar ,por un empinado sendero ,a ayudar a arrastrar al caballo fuera del agua. Mi cuerpo seguía fallando, y mis piernas sufrian espasmos. Conseguimos sacar al caballo, y me dí media vuelta para subir hasta el puente y arrastrarme de nuevo por los caminos en dirección a Devil´s Thumb, "El pulgar del Diablo".

Mas tarde me enteré de que el caballo gris, a pesar de nuestro esfuerzo y el de los veterinarios, acabó muriendo en el fondo del cañon.

Mi mente no dejaba de pensar en el caballo gris, y en su fatal desenlace. Si los caballos estaban muriendo a causa del calor y del esfuerzo, ¿que podría hacer un ser humano mucho menos adaptado geneticamente para estas situaciones?

Reuniendome con mis angeles

Muy asustado y delirando un poco, me tambaleaba hacia Devil´s Thumb, habiendo decidido que me retiraría antes que acabar como aquel caballo gris en el fondo del cañon. Pero mi destino ya se había decidido, y llegando al "Pulgar del Diablo" me encontré con mis angeles.
Diane Marquard y Paige Harper, dos de mis mas firmes y experimentados amigos entre los jinetes de resistencia, me esperaban para darme la bienvenida en ese control, despues de que sus caballos se lastimaran y decidieran abandonar en ese punto, o al menos ese era el pretexto.

Paige murió unos años mas tarde, así que nunca hemos sido capaces de saber su opinión sobre todo esto. Pero para Diane y para mí, parece claro que yo fuí puesto en la tierra con una misión: marcar la huella del ultrafondo a pie, para que un monton de bichos raros no sean condenados a vivir deacuerdo a las aberraciones del ser humano, respirando el humo de los coches al mismo tiempo.
Y está tambien claro que Diane y Page fueron puestos aquella tarde en Devil´s Thumb para calmar mi espiritu doliente, para espantar mis miedos, para darme de comer tabletas de sal, para sentirme querido, para dar un masaje a mis maltrechas piernas, para renovar mi interes por los vigores de la vida, y para enviarme de nuevo a mi camino, feliz por hacer lo que estaba haciendo, feliz por estar tan humanamente vivo. Ellos fueron mis angeles.

Un "paseo por el parque"

Despues de aquella reunión revitalizante, la segunda mitad de carrera es lo que hoy todos conocemos en la Wetern States 100 como el "paseo por el parque". Aunque aún me quedan algunas buenas historias por revivir.

Cow Mountain Clyde, un tipo alegre y de gran talento, que entrenaba corriendo en zonas dificiles, y se hidrataba con bastante cerveza, se ofreció a correr junto a mí desde Michigan Bluff hasta los rapidos de Rucky Chuky, donde nos encontraríamos con mi novia.

Ella decidió no dormir conmigo en la zona de salida en Squaw Valley, y por el contrario se fué con unos amigos a Auburn a las carreras el viernes por la noche.
Me había sorprendido que ella no quisiera estar junto a mi en la oscuridad de la salida del evento mas importante de mi vida, pero supongo que ella pensó que era un momento que debería disfrutar yo solo (ella me dejó al poco tiempo por otro tipo que no era capaz de ver mas allá de su nariz).

Clyde muerde el polvo

Clyde comenzó a quedarse atrás cuando llevabamos cerca de dos tercios del camino hasta la parte superior del otro lado de la barranca, en dirección a las colinas. Cuando llegamos a Hecho Hills, la milla 82 ( km 132), entramos en el control y cada uno se fué para un lado para ser atendidos por los voluntarios. Cuando estaba listo para continuar grité buscando a Clyde, y cual fué mi sorpresa al verlo sujetado por dos hombres para impedir que cayera al suelo agotado. Clyde seguía sonriendo y gritando, como siempre, "¡ eres increible Gordy ! ¡ A por ello ! lamento decir que no podré acompañarte el resto del camino, Dios! si hubiera sabido que era tan duro habría descansado mas ".
Un gran corredor reducido a un invalido en tan solo 20 millas.

Destinos redirigidos

A partir de este punto acompañé a un caballo cuyo jinete era una hermosa mujer, a la que traté de impresionar el resto del camino hasta Auburn. Al fin y al cabo, que necesitaba una mujer cuya idea de una noche romantica era una competición de resistencia a caballo.
Muchos destinos fueron redirigidos ese caluroso dia de agosto de 1974. Por un lado estaba obsesionado con la imagen de aquel caballo gris muerto. Así que hablé con el director de carrera para que al año siguiente me dejara en el control de Last Chance y así poder descalificar a cualquier caballo que no tuviera aspecto de poder llegar en buenas condiciones a Devil´s Thumb.
Mucho a cambiado en el recorrido desde entonces, con zonas mas dificiles, pero tambien con otras mas faciles a las de aquel año.
Hoy los corredores se quejan del calor, tratan de mantener sus camisetas mojadas, ponen hielo en sus pañuelos. En aquellos comienzos nuestra temperatura corporal era extremadamente alta, y nuestro contenido de agua corporal increiblemente bajo, y ese sufrimiento era parte de la diversión.
Me duele ver a los corredores modernos perdiendo toda esa diversión que teníamos en los viejos tiempos. Pero aún queda esperanza, aún en la era moderna, y seguiremos esperando a esas noches de junio en la Sierra Nevada y al sufrimiento de esos epicos dias de 41ºC. Ah!......los viejos tiempos.



jueves, 1 de septiembre de 2011

UTMB 2011: video resumen en Eurosport

Video espectacular producido por Eurosport.