Como una avalancha, corredores y piedras se precipitan en el descenso de La Collarada. Oscuridad infinita, escasez de marcas visibles, y gritos de "piedraaaa... !!" , hacen agudizar los sentidos y los reflejos, para buscar y esquivar.
El comienzo de la carrera ha sido vertiginoso. Desde la salida, hemos corrido a un ritmo anormalmente rápido, empujados por la euforia general. El "Camino del Carretón" nos frena en seco. Toca una fuerte subida, la primera de la noche, un kilómetro vertical en tan solo 3,8 kilómetros, hasta la pista del Ibón de Ip.
Subimos "a hierro", desfogando la tensión acumulada y el miedo de las últimas horas. Las luces del pueblo se van haciendo lejanas y diminutas en un corto lapso de tiempo.
Coronamos, y enlazamos con la mal llamada "pista", que no es otra cosa que un camino roto, agrietado, y sembrado de enormes bloques caídos de la ladera lateral.
Trotamos los cuatro kilómetros, que pasan volando........... y volando sale mi frontal al precipitarme y caer entre las rocas, fruto de un tropezón. El frontal se apaga con el impacto, y unos hilos de sangre se encienden en rodilla y codo.
Por suerte el frontal se enciende, y la sangre se apaga con el tiempo.
Guardo los bastones para empezar un nuevo sector. Pasamos la presa, y bordeamos el Ibón, por un paso estrecho, equipado con una cuerda debido a la posible caída, y avanzamos por una ladera pedregosa fuera de senda.
La fuerte subida, por una glera de piedras sueltas, me lleva a gatear y casi trepar en mas de una ocasión. Llueven piedras que desprenden los que me preceden, y los que vienen ya bajando por el sitio equivocado, lo que convierte el ascenso en una especie de lapidación vertical.
Llegamos al punto donde dos voluntarios , inmersos en la niebla, nos indican que hemos finalizado la subida y que toca bajar.
Avalancha, así empezaba esta crónica, y en este punto estamos ahora. Caídas, rasponazos, y el impacto de alguna roca que cae de lo alto......casi nadie se libra de llevarse un recuerdo a casa.
Las marcas arrancadas por el viento, y la espesa niebla, nos apartan del camino correcto. Somos un grupo de unos diez corredores, desorientados, avanzando dispersos para tratar de encontrar alguna marca. Perdemos tiempo, y hacemos algún kilómetro de mas, pero gracias al GPS de un francés, logramos enlazar con la "pseudo pista" del Ibón de Ip, y con ella al segundo paso por el avituallamiento.
La lluvia aparece para quedarse, y no es bienvenida, no al menos en esta Ultra Trail Canfranc-Canfranc, donde el desnivel y el terreno ya suponen un enorme problema sin su presencia.
Estamos inmersos en una larga y vertiginosa bajada. Zigzagueando por estrechos caminos y sendas, zetas con riesgo de caídas de varios metros, con un piso que resbala debido al agua de lluvia. En el bosque hay instaladas incluso cadenas en el tronco de los arboles, dada la fuerte pendiente.
Con la sensación de que no hay un metro de regalo en esta prueba, llegamos al Col de Los Ladrones.
Después de unos minutos de pausa en el avituallamiento, comenzamos la subida al collado de Izas. Vamos subiendo el valle, primero junto a un arroyo, y luego fuera de senda, remontando praderas de gran pendiente. Según subimos nos rodea la niebla, y las praderas se tornan pedreras. A golpe de silbato, desorientados, trepamos hasta el Pico Porrón, donde dos heroicos voluntarios soportan niebla, frío, lluvia y viento desde hace horas, totalmente desprotegidos.
El viento nos zarandea mientras cresteamos varias cimas, algunas estrechas, camino al siguiente avituallamiento. Una vez allí, somos testigos de lo que supone ser voluntario en este punto, en un día como hoy, donde el viento arranca de una triste mesa de playa lo que puede, y donde estos dos amables montañeros, con mas cojones que el Cid, soportan lo indecible desde esta madrugada.
Descendemos del Collado de Izas para enlazar, fuera de senda, con el Valle de la Cascada de las Negras. Seguimos marcas e hitos por la ladera de la montaña, en pequeños toboganes o falsos llanos. El silencio y el paisaje son espectaculares en esta fría mañana de Sábado. La paz interior se rompe al contemplar la inmensa pala vertical de subida al Vértice del Pico Anayet.
Tragamos saliva ,y un gel, apretamos los dientes y los bastones, y comenzamos el ascenso. Nos marcamos pequeñas metas, estableciendo descansos, para hacer mas llevadera la subida. El terreno carece de senda, y forma escalones de yerba y piedra, que endurecen la progresión. El tramo final, de piedra suelta, es la antesala de la cima del collado, y de ahí a la cima del Vértice de Anayet, la pendiente se suaviza.
Las vistas son espectaculares, y en el piso se mezclan tonos de piedra rojiza, el verde de la yerba, las oscuras cimas del horizonte, y los tonos albi-negros de las nubes que cubren el cielo.
Ahora toca bajar de aquí, unos trescientos metros bastante verticales con riesgo de caída, hacia los Ibones de Anayet. En total serán algo mas de 1200 metros de desnivel negativo lo acumulado en el descenso de la Canal Roya.
Se hace tedioso e interminable el sendero que nos lleva a la Base de Vida, la cual consiste en una pequeña carpa instalada al final del sendero. Salvo la existencia de algo caliente que echar al estómago, el lugar no ofrece nada de lo esperado en una llamada "Base de Vida". Tres voluntariosas señoras regentan el lugar, de buen ánimo y sentido del humor, pero me parece violento desnudarme frente a ellas para ponerme ropa seca, ya que la lluvia obliga a permanecer bajo la reducida carpa.
Tan solo me cambio de calcetines y camiseta, como algo, y partimos de nuevo bajo la fina lluvia.
Afrontamos un nuevo kilómetro vertical, hacia la cima de La Raca. Esta vez el sendero hace "zetas", y la subida por el bosque se hace menos dura de lo que imaginas al mirar desde abajo las antenas de la cima.
A medida que progresamos, el cielo comienza a rugir y a lanzar todo lo que tiene a mano. Comienza a transformar la fina lluvia en cortinas de agua, a lanzar violentos rayos a nuestro alrededor......cada vez mas cerca......y termina por arrojarnos todo el granizo que encuentra en sus bolsillos.......se le ve cabreado.....
Soltamos los bastones y nos tiramos bajo una copa de árbol a esquivar la metralla que nos lanza el señor del cielo......no es muy buena idea, pero no hay donde esconderse.
La situación es arriesgada, peligrosa por momentos, y solo se nos ocurre seguir subiendo para buscar refugio en la cima.
Al coronar, los voluntarios del control nos informan de que han suspendido la carrera por seguridad, y que somos "finishers" por neutralización.
Después de tanto esfuerzo, y con margen de tiempo por delante, se te queda mal sabor de boca, pero hay que reconocer que seguir en esta situación es casi un suicidio, sobre todo en una prueba con este perfil tan duro y un terreno tan complicado......y una nueva noche como compañera, cuando ya llevas una sin dormir.
Sin ánimo de crear un mito, esta carrera, en su recorrido original (no el alternativo por mal tiempo que hemos tenido..........que ya es duro de pelotas) se me antoja brutal y reservada a una minoría, donde no me encuentro. Esos 100 kilómetros, con sus 8848 metros de desnivel positivo, no son solo duros en cifras, sino en un recorrido técnico, áspero, plagado de trepadas, destrepes, pasos arriesgados, con dos noches sin pegar ojo por delante, y la necesidad de unos reflejos intactos de principio a fin.
Para el recuerdo, y mi currículum, queda el "yo estuve allí" , y la foto de grupo con la camiseta de finisher que nos entregó la organización.......la única que voy a atesorar en esta prueba...........¿o quizás no?..........¿quien dijo miedo? je je je......
P.D: Al momento de la neutralización, ya habían abandonado 60 de los 120 corredores que habíamos tomado la salida.
4 comentarios:
me ha encantado! Enhorabuena por esa gran aventura.
Bravo!
Increíble aventura, fue una pena la neutralización pero seguro que no había más remedio... eso si, la experiencia no te la quita nadie, ¡fenomenal actuación y gran crónica!
Gracias Abel y Juan Andres. Estar ahí y llegar hasta ese punto no fue fácil, así que me quedo con eso......"lo que no te mata te hace mas fuerte", y por supuesto con la experiencia y los días junto a mis compañeros de aventura.
Un abrazo
Buena crónica, por un momento entre las fotos y la lectura me he trasladado a la carrera.
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