viernes, 5 de octubre de 2012

El Ocho Alpino: historia de una Odisea.




El pasado mes de Agosto, Rafael Romero, o mejor dicho Fali "el coleta", se embarcó en un reto denominado "El Ocho Alpino". Nacido en la mente de Suso "el hombre de los retos", la idea consistía en unir de una sola tirada, y en autosuficiencia, el recorrido del Ultra Trail du Mont Blanc y el de Tor des Geants.  Tras el fallido intento de Suso, Fali recogió el testigo y se puso manos a la obra. Por delante tenía mas de 500km y 33.000 metros de desnivel positivo acumulado (y su correspondiente en negativo).Esta es la crónica de la aventura narrada por el protagonista.

El Ocho Alpino

Los orígenes.

…Col de Malatrá a 2925m, la última puerta hacia la meta de Courmayeur de la primera edición del Tor des Geants en septiembre de 2010. Ya sólo quedaba una bajada de 1.800m y en sólo unas horas la carrera habría terminado. Pero algo faltaba… Como dice Josef  Ajram “no sé dónde está mi límite, pero si sé donde no lo está”.  Llego a Meta con  mucha energía y rebosante de alegría… pero no lo he gastado todo… ¿podría ir más lejos? Había conseguido un perfecto equilibrio entre la progresión y el cansancio, entre la euforia y la razón y tenía la sensación de que podría seguir viviendo de esa manera mucho más tiempo…
         Al poco de acabar esa carrera, donde había rebasado todos mis límites anteriores de distancia, desnivel, dificultad y falta de sueño sabía ya que no quedarían ahí. Comencé enseguida a buscar una carrera en la naturaleza de unos 500km. Mi intuición me dictaba esa cifra como el siguiente escalón, pero no me bastaba sólo con la distancia, también quería poner al límite todas mis capacidades.  Me enteré de dos carreras que podrían cumplir esas características. Una de ellas fue la llamada 555, porque recorre esa distancia en el desierto del Sáhara pero al final no se celebró. Y la otra que fue la que llamó mi atención sería la Yukon de 300 millas, aproximadamente esos 500km en Alaska, en autosuficiencia y a temperaturas cercanas a los 20ºC bajo cero. Carrera sobre nieve y tirando a remolque de una pulka con todo el pesado equipo necesario para sobrevivir en esas condiciones tan hostiles. En la siguiente edición intenté inscribirme, pero para mi sorpresa, aunque ahora pienso que es lógico por cuestiones de seguridad, pedían saber hablar inglés a nivel de conversación elemental. Mis conocimientos de inglés en ese momento eran prácticamente nulos, pero me ha hecho comenzar el aprendizaje de esa lengua que tanto me cuesta… Al año siguiente había aprendido muy poco inglés, y aún ahora sigo con muy poco dominio. Pero entre tanto Jesús García Juanes, conocido por Suso, que había estado siguiendo el desarrollo del Tor des Geants tuvo una gran idea. Pensó que se podían completar en poco tiempo los recorridos de las dos carreras más prestigiosas de los Alpes y que son de las más duras del mundo, El Ultra Trail de Mont Blanc y el Tor des Geants, sumando entre las dos más de 500km y casi 34.000m de subidas acumuladas.



         Suso tiene un amplio historial de grandes pruebas y retos en solitario en condiciones difíciles, y los ha superado casi todos en cuanto a sus propósitos. Pero aquí encontraría una dificultad añadida. Suso intentó llevar a la realidad la travesía del Tour más el Tor sin asistencia en el verano de 2011. Los primeros kilómetros, que corresponden al UTMB los llevó muy bien avanzando a muy buen ritmo, incluso en la primera parte del Tor también mantenía buen ritmo, pese a que los desniveles se duplican y la dificultad del terreno es mucho mayor. Pero él tiene una secuela del proceso de haber dejado de fumar hace años que le afecta fuertemente al equilibrio y que le dificulta, y en ocasiones le impide, bajar por zonas muy aéreas y desprotegidas con grandes caídas, y en el Col de la Fenêtre se encontró con este problema y le hizo replantearse la ruta y no completar el proyecto de este Ocho Alpino dibujado alrededor del Mont Blanc y de todo el Valle de Aosta. A mí me interesó mucho el proyecto desde el principio, y estuve pendiente a la evolución de Suso en su intento. Creo que en el fondo mi subconsciente ya sabía que yo lo intentaría repetir.
         La idea de la ruta era clara: enlazar los recorridos de las dos carreras en el mínimo tiempo posible. En marzo de 2012 hice públicas mis intenciones. Saldría de Chamonix, por el trazado del UTMB hasta Cormayeur. Aquí comenzaría el recorrido del TDG y volvería de nuevo a este punto para completarlo. Desde Courmayeur volvería a subir hasta el Refugio Bonatti por el mismo camino, que es común a ambas carreras y ya proseguiría por el trazado del UTMB hacía Suiza y luego a Chamonix. De esta forma los dos recorridos serían completos y en el mismo sentido de las carreras, sin variar nada, excepto que el UTMB estaría fraccionado, mitad al principio y mitad al final. Al poco tiempo de publicarlo, me llegaron algunas propuestas para variarlo, como recortar la bajada Courmayeur tanto a la ida como a la vuelta, o cambiar los puntos de inicio de ambas carreras, o algunos recortes del trazado en algunas zonas, pero no haría nada de eso. La idea era invariable. Serían los dos recorridos completos y en el mismo sentido.
         En los meses anteriores a la prueba, todos los entrenamientos y competiciones iban destinados a la mejor preparación física y mental para el proyecto y durante la primavera conseguí  un estado de forma física y psicológica adecuada para afrontar el proyecto.  Por otra parte tenía que estudiar la estrategia que seguiría en carrera así como todo lo que necesitaría de material y alimentación. Para decidir el material hice varios ensayos, de los cuales el último, de tres días en autosuficiencia en Sierra Nevada me dejó claras varias cosas. Ya tenía decidida toda la ropa. Llevaría saco ligero para dormir a 15ºC, que con toda la ropa térmica me permitió dormir a 3.480m y 0ºC en Mulhacén. Para la lluvia llevaría chaqueta y pantalón impermeable y una capelina modificada para poder utilizarla como toldo y también como funda de vivac. En cuanto a la tecnología era un buen porcentaje del peso. Llevaría el localizador gps SPOT vía satélite para facilitar el seguimiento por internet y asociado a un seguro de rescate con un botón de emergencia tal que si se pulsa, todo un dispositivo de rescate se pone inmediatamente en marcha para rescatarte en la última posición emitida, una cada 10 minutos. Eso me daba una cierta tranquilidad frente al hecho de afrontar la prueba en solitario por parajes de lo más inhóspitos y olvidados, sobre todo por los rincones más alejados del TDG. Aún así existía la posibilidad de que un accidente grave anulara mi capacidad para pulsar ese botón o incluso que se pudiera romper o quedar sin cobertura el SPOT, por lo que algunas de las personas más cercanas, que estarían constantemente siguiendo al SPOT, tenían instrucciones concretas de cómo actuar en caso de que hubiera alguna sospecha de accidente. Otra cosa que me quedó clara era como debía distribuir mis comidas, porque cenar y dormir inmediatamente no me resultaba operativo. Después de este entrenamiento ya toda la preparación sería teórica.
         Muchas horas de dedicación hicieron falta para tenerlo todo controlado. El primer tema que estuve estudiando fue el terreno, sobre todo las distancias parciales, desniveles y porcentajes de subidas o bajadas. A partir del perfil de ambas carreras construí una tabla con todos esos datos y me dediqué a diseñar el ritmo al que iría en cada tramo. Para ello tengo en cuenta mi nivel de forma de ese momento y que en este caso tenía que tener en consideración que acababa de tener problemas físicos y que mi umbral anaeróbico había bajado 20 pulsaciones en los últimos meses y en las subidas no debía superar nunca este umbral si quería reservar mi glucógeno para el final. Conociendo la velocidad que puedo desarrollar en llano y la de ascensos muy pronunciados puedo calcular entre las dos, con bastante precisión los tiempos que tardaré en cada tramo según suba o baje y según sea de complicada la zona y que luego reduzco porcentualmente según me cuadre de mañana, de tarde o de noche, donde siempre se baja el rendimiento. Mi primera previsión, sumando todos esos tiempos parciales fue de 9 días y ocho horas y consecuentemente decidí la hora de salida de manera que con esta previsión llegara a Chamonix poco antes de la salida del Ultra Trail del Mont Blanc, encontrándome así de frente a todos los corredores. Pero era sólo una previsión, y que aunque casi siempre las suelo cumplir, esta vez el proyecto iba mucho más allá de todo lo que había hecho hasta ahora y cualquier cosa podía pasar… Completé mi tabla de tiempos con otra distribución más rápida por si acaso las condiciones eran mejor de lo previsto y otra más lenta, además de fijarme unas barreras horarias para no perder el avión de vuelta a casa pues el siguiente lunes a las ocho de la mañana tenía que estar obligatoriamente en mi puesto de trabajo. Acabé la ruta media hora antes de lo previsto. Al track del GPS también le dediqué su tiempo. Tenía más de 28.000 puntos grabados por mí para el TDG pero para el UTMB no tenía y bajé uno de internet que tenía poca precisión, aunque de todas maneras tenía que reducirla porque mi gps, que ya tiene su rodaje, es de los antiguos y sólo admite un máximo de 10.000 puntos. El resultado fue que la precisión máxima que podía conseguir era de un punto cada 50 metros, de media, así que no lo podía dejar al azar y que la maquina decidiera, sino que los fui distribuyendo manualmente cargando más puntos en las zonas difíciles o por donde pasaría de noche según mi mejor previsión, y menos puntos, a veces uno para 200 metros en las zonas de pistas. Todo ello con la ayuda de Google Earth. El track resultó suficiente en general, aunque en algunos tramos no encontrara los enlaces y tuviera algunos errores que me harían volver y buscar. También llevaba un mapa del recorrido con todos los puntos de paso para tener referencia, pero que ni siquiera usé porque en la práctica cuando llegué allí ya lo tenía memorizado en su totalidad, con la hoja de tiempos era suficiente.


         En este tipo de actividades no me gusta dejar muchas cosas sin atar porque es más fácil y seguro tomar las decisiones en frío que cuando vas cansado, o dentro de una tormenta o con cualquier tipo de problemas. Llevaba también diseñada la estrategia de cómo distribuiría las comidas: Al levantarme por la mañana recogía rápidamente y sólo tomaba agua, a las dos horas, cuando encontraba un lugar adecuado paraba para calentarme un café soluble con leche en polvo, y mientras el agua se calentaba organizaba la mochila, Raidligth Evolution de 20+4 litros, pasando al bolsillo delantero los tres minicroisants que serían mi única comida sólida en marcha y vaciaba en un botellín la proteína en polvo que iría tomando como batido durante todo el día. El sobre de aluminio de la proteína serviría cada día de vaso para el café y para la sopa de la cena. Durante el resto del día no me quitaría la mochila para nada, hasta las siete de la tarde aproximadamente. Sobre esta hora buscaba un lugar adecuado para la cena, paraba, calentaba el agua para la sopa y mientras me la tomaba calentaba el agua para el couscous que sería el aporte de hidratos diario y que me tomaría en su mismo envase mientras caminaba después de recogerlo todo. De esta forma siempre iba ganando metros.  Al principio pensé llevar 2.500 Calorías diarias para 10 días pero incrementaba demasiado el peso por lo que al final las reduje a 2.000 Calorías y fue una decisión acertada. También sabía de los problemas que podía encontrarme, y que de hecho así sucedió, con los grandes perros pastores alpinos durante la madrugada. Mi defensa se basaba en la voz, las piedras y los bastones, además de un silbato de ultrasonidos para auyentar perros que resultó ineficaz. Pero en caso de llegar al cuerpo a cuerpo estaría claramente en desventaja así que también llevé siempre a mano una navaja de apertura automática de 8 cm de hoja que hace años me encontré paseando por la Sierra de Gredos. Para dormir llevaba un saco de medio kilo con una temperatura mínima de 15ºC, pero que al ponerme toda la ropa térmica y cubrirlo con la capelina me permitía dormir cómodamente hasta a 0ºC, y que ya había experimentado en Sierra Nevada. La estrategia era intentar dormir en zonas bajas, por lo que si a partir de la una de la madrugada estaba bajando de zonas altas pues seguía en marcha hasta perder altura, pero si comenzaba a subir pues paraba en cuanto localizara un lugar adecuado. Siempre me levantaba al alba, sobre las 6 de la mañana, por lo que el tiempo  era variable y el número de horas de sueño en algún caso fue mínimo. Sólo hubo dos noches en las que tuve que dormir por encima de los 2.500m y en ambas hizo bastante frío pero descansé correctamente.
         Ya lo tenía todo preparado, pero andaba muy nervioso. El viaje a Chamonix comenzó el martes 21 de agosto de 2012 con el normal estrés de aeropuertos Jerez de la Frontera Madrid-Barajas, que como siempre tuve que cruzar entero a toda prisa, y Ginebra. En Ginebra me debía recoger un transfer a las 19h y no aparecía lo que me hizo ponerme mucho más nervioso. Llamé a la central y me decían en francés que el chófer estaba allí, pero yo no lo encontraba… al fin llegó, una media hora tarde para mal de mis nervios, pero llegó. De esa forma yo llegué a Chamonix ya por la noche, muy muy nervioso, incluso pensaba que podía llegar demasiado tarde para cenar, y a la mañana siguiente me enfrentaría al mayor reto de mi vida deportiva: “El Ocho Alpino” más de 500 km corriendo por los Alpes en solitario, autosuficiencia y orientación, y aún tenía que preparar la mochila, aunque estaba ya todo decidido y programado desde casa. Lo llevaba todo escrito, para no tener que pensar sólo empaquetar. Sólo faltaba comprar el gas para la cocina, que no puede ir en avión, lo que hice a la mañana siguiente poco antes de partir. La chica del hotel me recibió amablemente, y estaba aprendiendo a hablar español. Ella prefería hablarme en español para practicar y a mí me vino bien para tranquilizarme un poco.
Durante el viaje de Ginebra a Chamonix tuve una grata sorpresa, me llamó mi amigo Gonçalo Silva, que ahora vive en Chamonix y que participaría con buen resultado en la Petite Trotte á Lèon de este año. Estuve cenando con él y su encantadora familia y eso me tranquilizó muchísimo. Realmente fueron unas horas preciosas. Se tiene una gran sensación de plenitud en la vida cuando en tantos rincones del mundo puedes encontrar amigos con los que compartir momentos intensos de tu vida.  Gracias a Gonçalo y a su familia pude dormir plácidadamente con la sensación de que ya había merecido la pena el esfuerzo y el  viaje y a la mañana siguiente muy temprano estaba ya preparado para la prueba.


El miércoles 22 de agosto de 2012 a primera hora de la mañana ya tengo terminados todos los preparativos y a las 10h estoy ya preparado para salir, una hora antes de lo previsto. En la salida está Gonçalo Silva que me acompañaría con su bici unos kilómetros y sacaría las fotos de la salida. Nos damos un abrazo que me emociona especialmente, una parte mía necesita apoyo emocional  y otra es dura como el diamante y está ya preparada para afrontar la prueba a cualquier precio. Y es que realmente estoy dispuesto a darlo todo por ese objetivo. En los ojos de Gonçalo veo que soy capaz de cumplir mi propósito, él cree en mí y eso me llena de energía. Es un viaje de más de 500km en el exterior,  pero es mucho más, es un inmenso viaje interior donde tendré que convivir y superar mis propias limitaciones, que pueden ser más duras que las condiciones exteriores… todo depende de cómo las vivamos. 

A las 10:14 me pongo en marcha. Estoy demasiado nervioso, me tiembla la voz y casi que deseo no darme cuenta de lo que voy a comenzar. La presión psicológica es extrema. En el fondo es porque tengo muy claro que llevo la intención de conseguir el reto a cualquier precio, muy por encima de lo razonable. Los 30 primeros kilómetros del recorrido, en la traza del UTMB son de camino relativamente fácil, pistas,  algún tramo de asfalto y senderos muy fáciles. Eso me hace progresar muy deprisa, incluso con el peso excesivo que llevo encima: son 14 kg de mochila más el agua que vaya cargando. Tanto peso es debido a una actitud conservadora en cuanto a la alimentación, llevo comida para diez días que es el máximo de tiempo que tengo previsto, a razón de unas 2.000 calorías diarias, que aunque son sólo el 60% de lo que necesitaré cada día, pienso que está bien calculada. También llevo mucha tecnología con sus correspondientes pilas, más de 2,5kg en tecnología: GPS, SPOT, cámara, dos frontales, dos móviles y un tensiómetro que llevo de manera preventiva pues estoy tomando medicación para la tensión arterial después de una crisis de hipertensión a principios de verano. La mochila que me ayudará a transportar todo eso es la Raidligth Evolution 2. Es una maravilla, con sus 20 litros detrás y 4 más delante permite distribuir el peso de manera que para la espalda parece que llevas la mitad, aunque las piernas lo lleven todo. En el bolsillo delantero llevo a mano todo lo que puedo necesitar en carrera, frontal, guantes, comida de marcha, sales… y también la chaqueta y el pantalón impermeables en el hueco de la botella, así como el gps y la cámara. El saco trasero está prácticamente lleno sólo con la comida para toda la ruta. En la parte inferior exterior llevo una bolsa de saco con el saco de dormir de 600gr 15ºC y las prendas de abrigo, de muy alta calidad y relación peso-prestaciones, y en la parte superior llevo la esterilla, lo que le da una perfecta estabilidad a la mochila. Siempre encendido en la parte superior viajará el SPOT, la radiobaliza gps con la cual se me tiene siempre localizado a través de un enlace de Google Maps, y con la que tengo asociado un seguro de rescate urgente de tal forma que si pulso el botón de emergencia todo un dispositivo de rescate se pondría en marcha inmediatamente para recogerme en la última posición emitida por él, una cada 10 minutos. Para una prueba de estas características en solitario esto te da un cierto margen de confianza, aunque eso no minora la responsabilidad extrema de evitar tener que usarlo.
Como para mí ya es habitual, llevo preparada desde casa mi hoja de tiempos minuciosamente estudiada y que cumpliría al final con menos de media hora de desfase. La he calculado teniendo en cuenta mi estado de forma actual, que no es precisamente el mejor, por algún motivo que todavía desconozco, mi umbral anaeróbico ha caído 20 pulsos en los últimos meses y está también el problema de la tensión. Pero todo eso está tenido en cuenta en esa programación, y parece que el sueño puede hacerse realidad.

Durante los primeros kilómetros, Gonçalo, con su bici, está esperándome a tramos y hace algunas fotos. Al poco de comenzar el sendero que va a Les Houches, cerca de un pequeño lago del que no recuerdo el nombre, se despide de mí para dejarme ya en la esencia de mi prueba: La Soledad. Van pasando los kilómetros y voy entrando en carrera. Los tiempos se van cumpliendo y de momento todo va según lo previsto. Pasan los primeros pueblos. Bajando hacia St Gervais cometo mi primer error de orientación, que al final serían varios.  Bajaba rápido por una pista buscando un sendero a la izquierda, que no encontré, porque no lo había sino que había que pasar por una pradera inclinada con la yerba muy crecida, que para el UTMB recortan, que enlaza con una pista de esquí. Avancé unos 300m de más, que luego tuve que remontar hasta ese mismo punto. Poco después no consigo encontrar el camino de entrada al pueblo, el track parece que entra en una finca privada cerrada, la precisión del gps es insuficiente, y tengo que tomar una alternativa, que sólo con algo más de tiempo y distancia me llevará al mismo sitio, menos mal que el mapa del gps es bueno y resuelvo bien el problema. Otro de los problemas de orientación que me acompañará toda la ruta es el número de puntos. A mi GPS sólo se le pueden cargar 10.000 puntos, lo que da una media de un punto cada 50 metros, que es claramente insuficiente en zonas complicadas. Al final yo he grabado más de 47.000 puntos para toda la ruta.

Al pasar por St Gervais el termómetro me marca 38ºC y es que corro a pleno sol, menos mal que eso lo llevo mejor preparado, ya en Ronda en los 202 km fuimos con esa temperatura y estoy habituado al calor. Peor sería el frío o la altitud. Algo después, al pasar por Les Contamines, un termómetro de una farmacia marca 31ºC a la sombra, sigue haciendo calor… pero los caminos de esta parte son muy fáciles y me permiten llevar un paso muy económico, con los pies a ras de suelo y dejándome llevar por la inercia, casi sin esfuerzo. En los pueblos tendría problemas de orientación por la falta de precisión. Poco a poco voy avanzando por la traza del UTMB, voy recordando los pasos… Por la tarde, al llegar junto al Chalet Nant Borrant decido hacer la parada de la comida diaria, porque allí hay un buen arroyo. La distribución de la comida era algo también muy estudiado  y cada día seguía el mismo ritual según lo programado, aprovechando cada segundo de la parada. De esta forma a la hora de dormir llegaba con la digestión avanzada y evitaba problemas para dormir.
Todo el primer día transcurrió sin apenas incidentes que reseñar, excepto que seguía excepcionalmente nervioso. La subida al Col de Bonhomme es espectacular. Hasta llegar a La Balme es fácil, pero el último tramo, al que llegué ya de noche es más rocoso y lento.  Es curioso como ya me resulta un paso familiar después de haber pasado por allí ya en varias carreras: UTMB, PTL, Montagn’hard… Poco antes de subir ya tendría mi primera tormenta, aunque leve y algo distante. Aún de día se escuchaban truenos. Ya de noche llegué al refugio de la Croix de Bonhomme,  entre relámpagos lejanos que hacían presagiar una noche dura en las alturas, y donde todos se preparaban para cenar. 


Esa zona es rocosa y seca, por lo que cargué suficiente agua en el refugio, y para la sorpresa de algunos, no me iba a quedar… cuando vieron que sólo recogía el agua y me iba enseguida, me preguntaron y les conté mi proyecto. Era curioso ver sus caras de incredulidad y sorpresa. Nunca antes habían oído algo semejante… y la noche no estaba para estar a la intemperie. Inmediatamente me puse en camino hacia mi primer destino: Lac Combal, una zona más baja y llana donde pasaría la primera noche. Correr por allí esa noche era todo un placer, una forma de lo más relajada de avanzar por el mundo… Antes de llegar a  mi destino tuve mi primer incidente con perros. Corría por una pista accesible a vehículos que sirve de aproximación al refugio Elissabetta y al pasar cerca de una furgoneta allí aparcada, dos perros grandes comenzaron a ladrarme y a seguirme. Intenté ahuyentarlos a gritos y con piedras pero comenzaron a rodearme con actitud agresiva, el corazón se me puso a 200. Llevo un silbato de ultrasonidos para ahuyentar perros, pero cuando ya están cargados de adrenalina lo ignoran como si nada. Al que se me acercó más lo puse a raya con una certera pedrada con mucha fuerza, y con todo ese jaleo se despertó el dueño que dormía en el vehículo y los retuvo mientras me marché. El susto fue monumental, pero pasó y me alejé de allí con rapidez. Llegué en Lac Combal a 1.986 m y con una noche en la que sólo quedaban algunas lluvias débiles. A las 3:43 en una pradera monté mi vivac: esterilla saco y envuelto en el poncho de lluvia, que había tuneado convenientemente para que con cordinos me sirviera de toldo para la lluvia y funda de vivac. Durante las tres horas de descanso llovió varias veces sin ningún problema para mí. Aunque fueron  tres horas de parada, estaba tan agitado que no podía dormir, acaso una hora de sueño, pero me obligué a mantener el descanso para las piernas aunque la cabeza no lo hiciera. En esta primera etapa he recorrido 67 km en 17:30 y llevo ya subidos 3.700m.
A las pocas horas despierto con la luz del alba y tras recoger el vivac continúo mi recorrido. Consulto mi hoja de tiempos y todo va según lo previsto, lo cual da una cierta tranquilidad, casi que como si se pudiera predecir el futuro. Amanece en una zona rodeada de glaciares.  Es como un sueño. Por la noche me había adentrado en la alta montaña con la escasa luz de la linterna frontal, y con algún retazo de luz de luna creciente entre algún claro entre las nubes. Recordaba unas palabras de mi amigo Mark Woolley sobre un transportador mágico al centro de los Alpes entre glaciares y picos de más de 4.000 metros. Por la mañana la mayoría de las nubes se han disipado. Son nubes de evolución por el calor, que dan lugar a las temidas tormentas eléctricas por la tarde. 



 He recuperado la totalidad de mis energías y subo la Arista de Mont Fabré con rapidez. En la bajada vuelvo a tener problemas con la precisión del track y en un determinado punto no consigo encontrar un sendero y tengo que bajar por una pista de esquí muy irregular, pero que lleva al mismo sitio según puedo ver en el mapa. A las once de la mañana estoy en el centro de Courmayeur. Sigo muy nervioso, y la bajada la he hecho demasiado tenso. El calor llega a los 35ºC, y mi cabeza me pide urgentemente que le dé un respiro de estrés, y así lo hago. Me tomo un descanso hasta las 13h cuando ya me siento recuperado física y anímicamente. Sólo me supone un pequeño retraso en el horario, pero que creo que lo podré recuperar sin problemas.
Aquí comienza el recorrido del Tor des Geants, mucho más exigente que el UTMB en cuanto a desniveles y dificultad en el terreno, y también en cuanto a lo salvaje e inhóspito de los parajes. Además es también mucho menos transitado por lo que la sensación de soledad aumentará día tras día. Nada más comenzar hay que subir el Col d’Arp, fácil, pero largo empinado y caluroso, culminando en una pradera muy extensa repleta de ganadería y por donde bajaría entre las reses mansas sin mayor problema. Desde este collado se ve, en su totalidad en la lejanía, el Rutor con su glaciar y su cascada. Este glaciar lo rodearé sin acercarme pero luego lo volveré a ver varias veces desde otros puntos. Una larga bajada me dejaría en el pueblo de La Thuile, engalanado para el paso de la PTL. Yo pasé casi sin parar… En la bajada me recuperé de la larga subida, pero todo acaba y pronto estoy subiendo otra vez. Ahora subo junto a la impresionante cascada del Rutor. La subida es larga y van pasando las horas, culmina en Haut Pass a 2.860m y por donde paso poco después de la medianoche.



 Por la tarde se formó otra pequeña tormenta, pero sin consecuencias para mí porque se disipó mientras yo estaba en el valle. Mi idea era dormir cerca del pueblo de Planaval, pero el descanso de Courmayeur me hizo modificar los planes y horarios, y preferí quedarme a dormir en Promoud, cerca del puente que cruza el arroyo y poco antes de subir el Col de la Crosatie (2.838m), para aprovechar la noche para el sueño. Pero esta zona estaba demasiado mojada. Me costó bastante encontrar un hueco libre de vegetación para vivaquear. El lugar era excesivamente húmedo y frío, y durante la noche hubo tormenta y alguna llovizna, pero el equipo funcionó bien y descansé. Una parada de 5 horas de la que de sueño real serían 4. Llevaba ya 117km y 7.100m de subidas. La tensión me está bajando demasiado y reduzco la medicación a la mitad.
El viernes 24 desperté al alba con los pies mojados por la condensación del saco bajo el plástico, pero sin mayores problemas. Amaneció subiendo al aéreo Col de la Crosatie, que tiene tallada una escalera de piedra y una cuerda de seguridad para las zonas más expuestas, sobre todo si hay hielo. Ya llevaba muchas horas sin cruzarme con nadie. Esta zona es menos frecuentada y además el tiempo no  estaba para andar por las alturas. La sensación de soledad iba en aumento, pero a la vez iba perdiendo todo el nerviosismo. El día se presentaba nublado y con alguna lluvia débil, pero por la mañana sin tormentas. La bajada al lac du Fond es muy rápida. En mi soledad recordaba cuando la bajé en el Tor junto con Valentín, Abel y Juan. Que diferente es la soledad. A mediodía ya estaba en Planaval y poco después en Valgrisenche, donde el Tor tiene su primera base vida, y que ahora para mí sería un simple punto de paso. Poco antes de llegar atravesé algunas casas a modo de aldeas, y tuve otro incidente con un perro, este doméstico, pero al parecer no domesticado. Se saltó la verja de su casa para impedirme el paso de una forma muy agresiva. Mientras lo mantenía más o menos a raya amenazándolo con los bastones, que él intentaba morder salió la dueña, una ancianita que podía pesar 15 kilos menos que el perro a intentar sujetarlo, lo cual era imposible. Poco a poco me fui alejando andando de espaldas y frente al chucho hasta que a él le pareció que ya me había echado de sus dominios y se limitó a ladrarme de lejos. Aquí no se llanea, y en pocas horas estaba ya en lo más alto, en el Col de la Fenêtre de Torrent(2.840m). 



 La bajada es un empinado zigzag que bajo corriendo sin problemas hasta Rhemes Notre Dame donde llego en poco más de una hora. Cae la noche subiendo al Col Entrelor (3.002m) y de nuevo bajada al siguiente valle, a Eaux Rosses donde llego pasada la madrugada y donde haré una parada más larga para dormir y así enfrentar ya de día la subida del punto más alto de la ruta. La tensión ha seguido bajando demasiado y decido dejar de tomar la medicación completamente. Hasta la fecha en la que escribo estas líneas no la he vuelto a necesitar un mes después.
Pensaba levantarme una hora antes del alba, pero el móvil del que utilizo la alarma ha perdido su carga, seguramente buscando redes sin tener cobertura. Debía haberlo apagado antes. Menos mal que por precaución llevaba dos. Me desperté al amanecer, algo más tarde de lo que había previsto, pero también más descansado. 




Al poco tiempo ya estaba subiendo al Col Losón a 3.296m y techo de toda la ruta. Durante la subida alcancé a un grupo de machos de cabra montés que andaban por mi camino. Reduje el ritmo para no molestarlos demasiado y hacerles alguna foto, pero debía estar tan integrado en la naturaleza que me debieron considerar  uno más o al menos alguien no peligroso. No me echaban ninguna cuenta y seguían andando junto a mí, dándome la espalda y sin mirarme siquiera, en un acto de confianza que no había tenido antes. Atravesé el grupo y seguí mi camino de ascenso interminable. Mientras subía me crucé con un numeroso grupo de italianos que venían de dormir del Refugio Vittorio Sella. Fue agradable saludar a alguien. Les comenté mi proyecto y me animaron no dando mucho crédito a mis posibilidades de lograrlo. La bajada a Cogne es fácil. De nuevo hacia las alturas me encaminé hacia la Fenêtre de Champocher. Antes de llegar cruzando unos prados, y bajo la lluvia casi continua, la naturaleza me regaló un precioso arcoíris. Esa visión fue un gran regalo para mi estado de ánimo. Me parecía algo precioso y delicado, muy cercano a la perfección. Me quedé un rato admirándolo pero había que seguir. Por mi derecha estaba entrando una tormenta importante que la veía de lejos, pero que por la diferencia entre los relámpagos y los truenos calculé que podía estar a unos cinco kilómetros y acercándose pues el viento venía de esa zona.






 Apreté el ritmo con intención de pasar el collado antes que la tormenta llegara, esperando que la barrera montañosa la detuviera. Minutos antes de anochecer ya estaba en el col de la Fenêtre de Champorcher a 2.826m. Por detrás de mí quedaba la tormenta y escuchaba sus estruendos por debajo de mi posición. Al poco tiempo la nube subió, rebasó la barrera y comenzó a descargar sobre mí toda su carga de agua. Llovía intensamente, aunque no hacía frío. El sendero se convirtió en todo un arroyo resbaladizo. El agua superaba los tobillos, y los relámpagos lo iluminaban todo desde mis espaldas. Tenía que seguir avanzando lo más rápido posible, pero tampoco me podía arriesgar a un accidente sin ver donde pisaba porque con la lluvia la linterna frontal disminuye mucho su eficacia. En ese inestable equilibrio seguí avanzando y pasé junto al refugio Miserín, a la orilla del  lago del mismo nombre. A partir de aquí se seguía una pista encharcada pero menos peligrosa que el irregular y pedregoso sendero-arroyo. En ningún momento pensé en quedarme en el refugio. Yo iba por delante de la tormenta y en descenso. Tenía que seguir. Algo más adelante la lluvia se tornó débil y yo giré en una dirección diferente a la tormenta. Ya sólo la veía de lejos. Poco después veía como freía literalmente una montaña a rayos. Era impresionante. Intenté grabarlo, pero aún siendo mucha luz para mis dilatadas pupilas en la oscuridad era demasiado breve para los sensores de mi pequeña cámara. No se quedó grabado. Pasé junto al refugio Dondena, al que mucha gente sube en turismo por una pista en buen estado, y que estaba lleno de gente y con un agradable olor a comida recién hecha. Me resultó difícil resistirme a ese olor pero yo llevaba carga de comida y no iba a usar los refugios así que seguí hacia adelante. Paré a dormir cerca de Champorcher. Durante el resto de la noche no volvió a llover.
         A la mañana siguiente continué mi bajada a Donnas. Al llegar a la entrada paré brevemente a calentarme el café de desayuno y organizar la mochila y en seguida estaba ya en marcha pasando bajo su arco característico. Siguiendo el track llegué hasta el polideportivo que fuera base en el TDG y volví por mis pasos para continuar mi camino. Ahora tocaba subir y subir. Todo el día subiendo desde los 300m de Donnas hasta la cota máxima en el refugio de Coda a 2.224m. Toda esta interminable subida es a base de grandes escalones que me obligaban a forzar más de lo deseado. Por la tarde alcanzo el último collado antes de Coda, el Col Carisey a 2.124m y para mi sorpresa al otro lado se abre a mis pies una inmensa llanura plagada de pueblos y diseminados de viviendas hasta donde alcanza la vista. Parece que he llegado al final de los Alpes…. En este punto la ruta vira al Norte para acercarse al Monte Rosa y comenzar el retorno. En unos minutos y con un viento muy fuerte que me obliga a sujetarme a las rocas algunas veces, alcanzo el refugio Coda, donde paro a saludar a un matrimonio de personas mayores, muy agradable y que son los guardas del refugio. No hay nadie alojado en él, y es que el tiempo no está para andar por aquí. Al principio pensaron que me quedaría pero ya les expliqué mis intenciones y seguí mi camino. 

 Bajando hacia el lago Vargno tuvo lugar el incidente más grave de toda la ruta. Ya se había puesto el sol, pero aún había luz suficiente como para no encender la frontal y al pasar cerca de una construcción que estaba junto a un redil de cabras, corriendo cuesta abajo por terreno fácil, de pronto algo instintivo me hizo mirar bruscamente hacia atrás, creo que fue que escuché algún ruido demasiado cerca. Al volverme me encontré con un perro pastor de unos 60kg que iba lanzado hacia mis piernas y estaba a unos cuatro o cinco metros. No había ladrado como es habitual para echarte del territorio sin tener enfrentamientos directos, sino que emitía un rugido sordo e iba directamente a morder. Mi reacción fue de lo más brutal y agresiva, me sorprendí a mi mismo pues yo no sabía que podía llegar a ser tan salvaje. Me revolví corriendo hacia él a la vez que recogía una piedra grande del suelo con intención, no de tirársela, sino de metérsela con mis manos hasta su misma garganta, a la vez que emitía yo un sonido más propio de un jaguar que de un humano. Estaba dispuesto a luchar con él hasta el final pero nunca de rendirme ni huir. Mi reacción fue tan violenta que el animal, que no debía esperar ese comportamiento, se paró en seco y emprendió una huída de muchos metros a toda velocidad para volverse ya desde lejos y volver a la carga pero manteniendo la distancia, lo que me permitió mantenerlo a raya a pedradas y gritos y alejarme prudentemente. Sus ladridos provocaron que otros perros que había por la zona comenzaran a ladrar, y yo iba solo, así que me fui de la zona a toda velocidad antes de que se complicara todo. Éste no me siguió y me fui alejando de la zona, pero muy alterado. Estaba realmente asombrado con mi reacción tan extrema. No me dio tiempo a pensar, fue sólo una reacción instintiva de supervivencia pero muy lejos de un comportamiento civilizado. En mi carrera, cruzando un pradera de altas hierbas, sin sendero y cuesta abajo, de pronto noté que mi pié izquierdo pisaba con energía en el vacío. Era una madriguera de marmota oculta para mí por la hierba y la falta de luz del ocaso. La sensación fue de caer de cara rompiéndome o luxándome la rodilla. Pero la adrenalina te hace ser muy hábil y rápido, y casi sin pensar conseguí agacharme y apoyar el otro pie con el que me lancé con todas mis fuerzas para salir de ese agujero. Todo en un breve instante. El resultado fue que con la pierna ya fuera de la madriguera salí despedido ladera abajo y de cara, basculando sobre el bolsillo delantero de la mochila y golpeándome la cara con una piedra al llegar al suelo. El golpe no fue muy importante porque ya iba amortiguado, pero la mejilla tiene la piel fina y me produjo un gran hematoma y una herida de desgarro en la piel de varios centímetros con la consiguiente hemorragia en sábana que tardé más de 20 minutos en poder detener con compresión. Pero era la cara y esa parte del cuerpo no es necesaria para correr o caminar así  que enseguida estaba ya de nuevo en marcha.
El Col de Marmontana y el Col de la Vecchia forman un complejo de difícil paso y orientación, pero que los supero sin problemas. Al pasar el segundo hay un trozo de bajada muy peligrosa, con alguna cadena y sobre todo mucho riesgo de caída de piedras. Abajo, al fondo del valle se ven dos poblaciones iluminadas, a las que confundo con Niel. Pero la senda en esta zona es engañosa, parece que vas a bajar y te aleja de esos pueblos y luego te sube, y te sigue subiendo alejándote. La sensación era un poco deprimente porque era ya muy de madrugada, y quería bajar a dormir a zonas más bajas porque allí arriba hacía demasiado frío, pero nunca bajaba. Al fin comenzó la vertiginosa bajada y en poco tiempo estaba en Niel, que no era ninguna de las dos poblaciones que había visto, sino una pequeña aldea de cuatro casas. Llegué a las cinco menos cuarto de la mañana y muy cansado. Llevaba ya 273km y más de 18.000m de subida, y el día había sido muy largo, pero ya estaba metido en el retorno.
         Sólo pude dormir dos horas, pero me encontraba bien. El Col de Lazoney lo subí muy rápido y enérgico, el descanso había sido suficiente. Luego la bajada a Gressoney, larga pero fácil. Desde aquí se ve muy bien el Monte Rosa, la segunda cumbre de Alpes. El paso por la ciudad es breve y relajante porque durante un rato correré por una pista fácil junto a un torrente. De nuevo comienza una subida, ahora con mucho calor, que presagia nuevas tormentas. Subiendo al Col Pinter entré en un tramo donde me mantendré mucho tiempo en altitud, y cerca del magestuoso Cervino, al que seguramente volveré en verano para escalar su cumbre. 





Por la tarde de nuevo las lluvias y tormentas, pero de menor importancia que en los primeros días, hasta bajar ya de noche a Saint Jacques donde paré a prepararme la cena. Después de cenar, aún era temprano así que volví a las alturas… De camino hacia el Grand Tournalín tuve un nuevo incidente con perros. Dos enormes perros pastores de un rebaño de ovejas vinieron corriendo desde lejos ladrando y rodeándome entre ambos. Pero el hecho de que ladraran ya me tranquilizaba. A gritos autoritarios y pedradas los mantuve a distancia, y seguí avanzando hasta que ellos se quedaron sabiendo que me habían expulsado de su territorio. Durante más de una hora de subida posterior seguía oyendo sus ladridos. Al pasar por delante del refugio del Grand Tournalín. Dos perros del refugio también se alteraron y comenzaron a ladrarme pero éstos no son pastores y están acostumbrado a la gente por lo que sólo con ignorarlos fue suficiente para que me dejaran pasar. Un poco más arriba paré a dormir, a unos 2.600m en una noche muy fría y ventosa pero ya sin lluvias.
         La mañana del martes 28 amaneció con un precioso cielo azul. Una breve subida al col y una cómoda bajada me llevaron a Valtournenche, donde perdí bastante tiempo buscando el sendero de salida que estaba oculto detrás de unas viviendas. De nuevo subida hacia la Fenêtre de Ersaz 2.293m con unas vistas increíbles. La soledad es la reina de estos parajes. No hay nadie. Avanzo con rapidez y con un estado de ánimo excelente. Se van cumpliendo mis previsiones y me siento bien en todos los sentidos. Me paso el día agradeciendo a los dioses de la montaña el que me permitan atravesar sus dominios. Me siento especialmente feliz. No eufórico, sino en un estadío más limpio y profundo, simplemente feliz. Esta zona es fácil, se alternan algunas zonas rocosas con senderos bien trazados por las praderas. Al cruzar una de estas praderas un toro joven echó al trote tras de mí sin agresividad aparente ni mucha convicción, parecía quererme acompañar, son mansos.  Al pasar junto al refugio Cuney se ven dos senderos que van desde el refugio al mismo collado. Uno por el valle y el otro a mitad de una pared vertical, sin perder altura, pero tan estrecho que la mochila me roza la pared y con cadenas en buena parte de su trazado que es el que decido tomar porque me atraen este tipo de pasos. Precisamente en la zona más expuesta, por donde iba al trote, se cayó un botellín y cayó directamente al vacío, volando varías decenas de metros y siguiendo su descenso hacia el valle. Eso me hizo pensar en cómo me hubiera quedado si hubiese caído yo en vez del bote. Seguí andando con más cuidado por el trozo más estrecho y mirando siempre hacia adelante. Un poco más adelante pasé junto al Vivac Clermont y paré a verlo con detalle pues tenía un buen recuerdo de él en el Tor. Todos los lugares por los que pasé en éstos últimos dos días me presentaban paisajes inéditos para mí pues en 2010, en la carrera fueron zonas de noche. Continúo mi camino y bajo a Closé, donde ni siquiera paré. Luego seguí hacia Ollomont pasando por el expuesto paso del Col Brisón a 2480m. Paré a dormir unas cinco horas a la entrada del pueblo. Por la noche lluvia débil. Aquí ya llevaba 375km y más de 25.000m de subida acumulada, pero ya iba de vuelta e iba descontando. Por la mañana salí muy relajado y descansado, incluso corriendo cuesta arriba por la vereda que sube al refugio Champillón, pero en algún momento debía dejar esa vereda para subir por una pradera. Sin darme cuenta me salté el cruce y cuando vi que me alejaba de la ruta tuve que volver cruzando un denso y empinado bosque. Había añadido otro kilómetro a la ruta por un descuido. Al llegar a la puerta del refugio saludé a una pareja de jóvenes, una chica italiana y un chico de Palencia, muy simpáticos, que trabajaban en el refugio. No recuerdo sus nombres. La chica al verme recordó que me había visto pasar por allí en la primera edición del TDG y sacó su ordenador portátil para enseñarme algunas fotos de mi coleta de pelo con los colorines. Completé la subida al col y la bajada posterior a buen ritmo. Poco después hay un tramo fácil de unos 8 km casi llano por el fondo del valle, el único de toda la ruta. Cuando iba por ese tramo se formó otra fuerte tormenta que afectó directamente al último collado por donde había pasado dos horas antes. Desde el valle se veía como el collado y las aristas eran barridos por la fuerte tormenta eléctrica. Estaba a varios kilómetros y aún así se percibía su potencia. Poco después llegaba a Saint Rhemi, el último pueblo antes de subir al mágico Col de Malatrá. Aquí paré un buen rato a descansar y comer algo. En el valle hacía calor. Unos 28ºC, pero conforme iba subiendo al largo col, 12km y 1.300m de subida el tiempo cambió bruscamente.


  Lluvia débil, frío, pero pensé que sería pasajero y no me abrigué sólo usé la capelina para la lluvia. Cuando andaba por los 2.300m se tornó en otra tormenta eléctrica, cada vez más cerca, y sin protección alguna. En poco rato estaba totalmente dentro. Los rayos caían a pocos cientos de metros. Yo iba en manga corta y mallas cortas, y mirando al suelo bajo la capucha de la capelina. Cada pocos minutos de pronto notaba como se me erizaban todos los vellos de las piernas y los brazos y de inmediato veía en el suelo un tremendo resplandor tal como si de un gigantesco flash se tratara, y a la vez notaba como todo mi cuerpo se estremecía al recorrerlo una pequeña dosis de la electricidad que se esparcía en el ambiente. Pero no tenía alternativa, tenía que seguir. Mi razón me convencía de que habiendo aristas cerca los rayos no caerían en la ladera, así que seguía pero sin mirar arriba. Pase junto a unas grandes rocas donde había una hoquedad que me habría servido de protección para la lluvia, pero no lo suficiente profunda para los rayos, y encima podrían atraerlos por sobresalir del terreno. Seguía subiendo. Al llegar a los 2.500m encontré un cruce con un cartel de desvío al refugio Frassati, pero en ese momento cesó el aparato eléctrico y quedó sólo lluvia débil, muy fría. Seguí hacia arriba pensando que ya había pasado la tormenta, y que lo mejor era acelerar el paso y cruzar Malatrá lo antes posible. Poco antes del collado volvieron algunos truenos, pero por suerte no cayó cerca ningún rayo y la tormenta me dio una tregua. La temperatura en el collado había bajado cerca de los 0ºC y es que ese paso siempre es muy frío. Estaba todo muy mojado y casi congelado, muy resbaladizo y peligroso. Yo ya había pasado por allí en otras ocasiones, pero siempre con buen tiempo y condiciones, esta vez era distinto. Tardé media hora menos en subir que cuando lo hice en TDG aún llevando mucho más peso y casí 400km en las piernas. El collado había frenado un poco a la tormenta, y aunque lo iba rebasando, a mí me permitió bajar hasta Courmayeur sin volver a mojarme. Llegué a Courmayeur pasada la una de la madrugada y paré allí hasta las 6:30. La noche fue lluviosa pero sin más tormentas, o al menos a 1.200m no se notaban, puede que en las alturas si las hubiera. Ya había completado el recorrido del Tor des Geants y la primera mitad del UTMB y estaba en perfectas condiciones. Ni siquiera me sentía cansado o con falta de sueño. Sólo me quedaban unos 90km de los fáciles caminos del Mont Blanc. Había salido ya de la dificultad del valle de Aosta. Ahora todo sería más fácil.
         Me quedé a dormir en una tranquila calle del centro de  Courmayeur. Desperté antes del amanecer con ruido de bullicio. Se me había olvidado que día era, pero al ver a tanto humano, ya desacostumbrado, y disfrazados de corredores, pues le pregunté a uno de ellos que a qué carrera iban. Me respondió que a la TDS, y ya me organicé un poco los recuerdos.       En esta carrera participaban algunos amigos así que decidí acercarme a saludarlos y darles ánimos en su salida. Me quedé en Cormayeur hasta su salida, y después seguí mi camino. De nuevo de vuelta por el mismo sendero que bajé la noche anterior hasta el refugio Bertone y luego Bonatti. Me sentía a tope de energía. La mañana se presentaba muy nubosa. Habían pasado las tormentas pero había entrado un frente de lluvia y nieve que ya no pararía en varios días. Mi camino iba en dirección contraria al de la TDS, pero ambos estaban dentro de esas lluvias intensas que provocaran el abandono y rescate de tantos corredores de esa carrera. Realmente el tiempo era malísimo y no estaba para andar por las alturas. 




El Gran Col Ferret me pareció una pequeña loma después de los desniveles que había superado los días anteriores. Ya en Suiza los caminos son realmente fáciles y se progresa con rapidez. En la bajada hacia La Peule, inmerso en la lluvia dentro de la nube, con una escasa visibilidad, crucé por el centro de una manada de vacas y a mi paso decidieron venirse conmigo a correr pradera abajo. Durante más de un kilómetro íbamos juntos conmigo en el centro. Mi temor era que me empujaran o me pisaran porque no eran agresivas en absoluto. Cerca ya de Praz de Fort en un paso aéreo del sendero había una cadena, totalmente innecesaria si no hay hielo, pero que me hizo recordar que cuando pasé por ahí en el UTMB lo que había era una cinta de balizar a modo de barandilla.  Al poco rato ya subía de nuevo, ahora hacia el precioso y turístico pueblo de Champex-Lac. La subida por el sendero de los Champiñones está plagada de estatuas talladas en los troncos, algo curioso, sobre todo al verlos salir de entre la niebla al atardecer. Al pueblo llegué ya de noche y bajo una cortina de agua que apenas me dejaba ver. Llovía intensamente. Descansé unos minutos bajo un stand de lo que dos días más tarde sería un avituallamiento del UTMB pero que ahora estaba desierto. Recordaba mi último paso por este sitio, de cuando corría la primera edición de la Petite Trotte a Leon y que pasamos por aquí a media tarde y estaba todo lleno de gente en las numerosas terrazas y locales. Ahora era distinto. No había nadie, todo estaba cerrado y caía un diluvio. Mi camino seguía hacia el alto de Bovine, muy temido en la carrera pero que poco tiene que ver con los pasos de Aosta, incluso habiéndolo cogido en tan malas condiciones. Estaba todo saturado de agua y el gps no tenía suficiente precisión, pero el camino es único y no hay posibilidad de error. Crucé con cuidado una torrentera con muchísimo caudal, pero que más impresionaba por ser tan tarde, tan oscuro y tan mojado que por su dificultad. La pradera superior estaba nevada pero la pasé sin problemas aunque temiendo tener nuevos encuentros con perros o ganadería. No fue así. Allá por el km 460 la larga bajada con los pies macerados me produjo un par de pequeñas ampollas en las plantas, sólo una simple molestia, pero que me devolvió la sensación de que era la naturaleza quien me permitía hacer aquello, y que sin su consentimiento nada hubiera sido realidad. Casi sin enterarme estaba ya en el Col de la Forclaz, ya muy cerca de Chamonix. Iba por delante de mis previsiones horarias y mis mojados pies necesitaban un respiro fuera de los empapados zapatos. Paré unas tres horas en el col pero sólo pude dormir una. Estaba ya tan cerca que no me relajaba. Olía el final pero aún faltaban 26 km y dos pasos de altitud.
         Al amanecer del viernes me pongo de nuevo en marcha. Primero una corta bajada a Trient y un pequeño desvío a la carpa del avituallamiento del UTMB donde veo gente y paro a saludarlos. Ya sólo quedan dos resaltes, el primero lo subo con rapidez, el alto de Catogne que también tenía algo de nieve de la noche anterior. Este día sería muy corto, estaba ya a muy pocos kilómetros de mi meta. Bajé a Vallorcine y de nuevo para arriba hacia el col de Montets y al último alto: La Tete aux Vents. Ya en esta zona mi mente comienza a relajarse. Soy consciente de que se me acaba la ruta, y son muchas y muy intensas las vivencias de los últimos días. Voy repasando en mi mente todo lo que he vivido y sentido desde que partí de Chamonix. Como despedida la naturaleza me regala una preciosa nevada de grandes copos en Tete aux Vents. 




Sólo la disfruto durante un rato porque enseguida estoy bajando hacia la meta por un precioso bosque. En toda esta zona hay balizas para el Ultratrail, y aunque yo sigo a mi gps, pues es el mismo camino, hasta que poco después de La Floria, los caminos son contrarios. Esto me descoloca totalmente. Yo llevo en el gps la ruta correcta, pero las balizas mandan en dirección contraria. No sabía qué hacer. Al final decido seguir las balizas para hacer el recorrido oficial, pero cuando llevo unos cientos de metros veo que me alejo demasiado. La decisión ha sido errónea, pero ¿por qué las balizas van hacia allá? Más tarde me enteraría del motivo. Habían recortado y cambiado el recorrido de la carrera debido al mal tiempo. Había añadido otro kilómetro y medio más a la ruta.
         519km de ruta, 33.907m de duras subidas, 33907m de vertiginosas bajadas, pero ya estaba en Chamonix. Cruzo el pueblo entre la indiferencia de la multitud mezclada con cientos de corredores disfrazados como yo, aunque con una mochila sensiblemente más pequeña, pero eso es sólo un matiz. Nadie repara en mí, lógicamente, y así entro en el callejón de mi meta que sería el de la salida del UTMB una hora más tarde. Los controladores de la carrera me paran y me quieren impedir el paso a meta porque no tengo dorsal. Amablemente les convenzo de que me dejen pasar contándoles mi experiencia y pidiéndoles que me pongan en contacto con alguien importante de la organización para notificárselo. Después de ver mi gps con el kilometraje que marcaba me dejan pasar y completo mi carrera. Se lo comuniqué a la organización pero no me hicieron ningún caso. De todas formas yo no tenía nada que ver con ellos pero sí que quería llegar hasta la mítica plaza del Triángulo de la Amistad.
         Llegué a la línea de salida donde estaban todos los corredores, la mayoría sentados esperando el momento de su salida y con cara de un poco decepcionados porque habían invertido muchas horas de entrenamiento para una carrera tal y como estaba definida en principio, y al final debido al mal tiempo sólo harían poco más de 100km. Pero la organización tiene que garantizar la seguridad de muchos corredores, y prudentemente evita los pasos más conflictivos, con unas condiciones tan severas.  Allí mismo me vieron llegar todos ellos, aunque sólo los de la primera línea se enteraron de lo que acababa de hacer. Entre ellos estaban algunos de mis amigos que me recibieron como si fuera un héroe. Fueron unos minutos muy emotivos entre preguntas, respuestas, alguna pequeña entrevista de dos revistas deportivas. Estaba un poco obnubilado. Los más cercanos fueron Gersi, Ana, Enric, José Ángel y Carmen que me esperaba con una cerveza y un exquisito bocata de jamón ibérico, ¡el mejor de los premios que te pueden regalar! Mi carrera había terminado y ahora comenzaba la de los demás, cada uno la suya propia aunque todos fueran juntos y al mismo sitio. Yo necesitaba sentir el final. Tenía tantas cosas en la mente …



         Ya ha pasado el tiempo y el Ocho Alpino quedó en el pasado, pero dejó su huella. Durante más de nueve días mi cuerpo y mi mente funcionaron al unísono durante las 24 horas de cada día. Era realmente gratificante sentir como a cada instante tomaba decisiones con el objetivo único de completar el Ocho Alpino en el tiempo previsto, y como todo lo que ocurría iba encaminado directamente a este fin. No obstante el camino era largo y la soledad me permitía dedicar mucho tiempo a mi interior. Al principio estaba realmente nervioso, y aún no sé por qué. Sin embargo cuando llevaba varios días hubo cambios en mi estado anímico, que al parecer se han hecho felizmente crónicos. Corría por los alejados y difíciles senderos del Tor des Geants agradeciendo a la vida y a la naturaleza el que me hubieran regalado la posibilidad de intentar llevar a la realidad ese sueño. En voz alta y hablando sólo, o conmigo quizás, agradecía a los dioses de las Montañas el que permitiesen atravesar sus dominios. Todo me parecía tremendamente hermoso y emotivo. Avanzaba dentro de las tormentas sin sentir más riesgo que el que mi lógica y conocimientos me dictaban, pero sin perder ni un ápice la serenidad. Sentía que me gustaba viajar conmigo. En algunas ocasiones tenía la sensación de que alguien me acompañaba. Una sensación extraña que ya había tenido en otras ocasiones estando en soledad. Tomaba decisiones como si alguien me aconsejara lo más correcto con más conocimientos y razón que la mía propia. Una agradable compañía estando en soledad. Realmente me gusta estar conmigo. La carrera ha terminado pero ha cambiado muchas cosas de mi persona. Ahora soy mucho más sereno que antes. Me siento un hombre feliz y afortunado por tener un buen equilibrio entre lo que quiero y lo que puedo, entre lo que tengo y lo que me falta por tener, entre lo que sé y lo que aún tengo que aprender. Todo ello me hace sentirme satisfecho con la vida. Recorrí senderos y veredas, y tracé mi propio y efímero camino, como dijo El Poeta “Caminante no hay caminos, sino estelas en la mar” y yo nací en la marisma gaditana y por eso disfruto observando como el mar borra a cada paso las huellas en la arena …
         Durante la ruta en mi mente sonaban algunas de las melodías que más profundamente han grabado mi memoria y que he puesto en un vídeo junto a una selección de imágenes de esos días tan largos e intensos. Pero es muy difícil resumir tanta vida en unos pocos minutos de vídeo o líneas de texto. Al final siempre parece poco. Para los que no dominan la lengua inglesa, copio aquí la traducción de la última canción, pues su mensaje es parte de mi mensaje.
La Estrella Errante (Lee Marvin):
“Yo nací bajo una estrella errante
Yo nací bajo una estrella errante
Las ruedas fueron hechas para rodar
Las mulas para cargar
Nunca vi a nadie que estuviera mejor mirando hacia atrás
Yo nací bajo una estrella errante
El barro te puede hacer prisionero y las llanuras te pueden secar
La nieve puede quemar tus ojos pero sólo la gente te hará llorar
El hogar está hecho para salir de él en busca de sueños
Que sin ninguna suerte nunca se harán realidad
Yo nací bajo una estrella errante
Yo nací bajo una estrella errante
¿Conozco dónde está el infierno? El infierno está en un “hola”
El cielo está en el adiós para siempre. Es tiempo de marcharse.
Yo nací bajo una estrella errante
Una errante, errante, estrella
El barro te puede hacer prisionero y las llanuras te pueden secar
La nieve puede quemar tus ojos pero sólo la gente te hará llorar
El hogar está hecho para salir de él en busca de sueños
Que sin ninguna suerte nunca se harán realidad
Yo nací bajo una estrella errante
Yo nací bajo una estrella errante
Cuando me disponga a ir al cielo atadme a un árbol
O yo empezaré a luchar y ya sabréis dónde acabaré
Yo nací bajo una estrella errante
Una errante, errante, estrella”
         Ahora busco otros horizontes, otras latitudes, pero siempre dejaré que mi mente me guíe hacia donde mi corazón me lleve.                                                          
                                                                                                      Fali

 


Pinchando en el siguiente enlace se puede descargar el video que ha montado Fali con toda su aventura: Video Ocho Alpino

Es muy facil: solo tienes que pinchar en la columna central, en la ventana verde que dice "Descargar" y esperar (paciencia pues son 671 megas). El video está en formato mp4.

7 comentarios:

Daniel dijo...

Estoy alucinado. Increible lo que ha hecho el amigo Fali.

Victor Orviz dijo...

Gran azaña Fali y mejor relato. Te conocí en Ronda 2009 y te imagino claramente por esos collados de los Alpes que nos llaman a voces o en silencio pero... nos llaman.

Anónimo dijo...

redoblo la apuesta señor,estais fomentado que caminantes se denominen ultra maratonistas,luego sucede que las organizaciones son culpables de la muerte de personas que se exigen solo por aparecer en internet como super hombres.

Livan dijo...

Un caminante (no un paseante), así como un montañero, es un individuo capacitado para afrontar la mayoría de las pruebas de ultra-distancia que se celebran hoy en día. Los márgenes de tiempo están calculados para que se puedan completar íntegramente caminando. Un 100km en 24 horas, sin excesivo desnivel, se hace caminando sin problemas. Incluso una prueba de 100 millas en 48 horas se puede hacer caminando. Si aun así, el caminante no es capaz de completar el recorrido, no sabe moverse por el terreno, no lleva el material necesario, o no es capaz de enfrentarse a las inclemencias del tiempo, él es el responsable de su retirada, abandono, o como se quiera decir. El organizador no está obligado a que todo el mundo llegue a meta, pero si está obligado a velar por la seguridad, equipando con cuerdas o cadenas los pasos peligrosos, y tener un plan de evacuación de heridos en zonas comprometidas.
En la mayoría de pruebas se exige un material obligatorio (que no todo el mundo lleva), y ese material se exige tan solo por seguridad del participante, no se exige por fastidiar con peso extra al corredor/marchador. Si un corredor se hace el “rácano” con ese material, no llevándolo o llevando prendas de escasa calidad, por aligerar peso o volumen, se está condenando a pasar un mal rato si la cosa se tuerce, y a poner su vida en juego.
No creo que se fomente el poner vidas en juego, se cuentan historias, se narran aventuras, y se exponen opiniones, como la tuya y la mía. Cada cual sabe lo que quiere hacer en su vida.
Me gusta que la gente entre a comentar, pero también me gusta saber como se llama, aunque solo sea para saber como dirigirme a esa persona. Si no te importa al final del texto pon tu nombre de pila, tu Nick, tu apodo, o lo que quieras. Lo de dirigirme a un anónimo me resulta violento. Gracias.

Javier dijo...

Impresionante relato. Lo he leido de principio a fin. Lo que mas me impresiona es cuando Fali relata los momentos en que daba gracias por encontrarse alli y poder disfrutar de esa forma de la naturaleza. Bonita forma de superar malos momentos y ver el lado bueno del esfuerzo. Intentaré ponerlo en práctica, porque hay que tener el coco muyy duro y bien amueblado

Suso dijo...

Bravo por el reto y el relato.
Un abrazo.

JLSN dijo...

Fali,
tuve el placer de conocerte una noche en el Refugio Elola en Gredos el invierno pasado, y lo que nos contaste ya nos sorprendio... pero leer tu post (redireccionado por un twitt de Raidlight) me ha dejado mas alucinado que aquella noche. Eres un campeon, enhorabuena, y a ver si volvemos a coinidir otra vez.
un saludo!